La quinta edición de la Fiesta Regional del Leñador se desarrolló este fin de semana como un tributo popular “a todos aquellos que cumplieron por años un trabajo rural no siempre reconocido, y que debe incluir tambien a sus mujeres”.
Recordó “tiempo de carros, bueyes, perros y hombres con el hacha al hombro que se internaban en el monte para cortar y apilar la leña, que luego en el mismo catango les llevaba toda una jornada para llegar a El Bolsón y venderla por las calles”.
Indispensable para calefaccionar los hogares, cocinar y calentar agua, antes de la llegada del gasoducto –recién a mediados de la década del ’90-, los habitantes de cada pueblo de la región dependían de la leña y quedaban sujetos a sus provedores de confianza para almacenarla en cantidad suficiente para enfrentar 9 meses al año.
Como en cada rincón de la Patagonia, el leñatero “cumplidor” mantuvo un lugar de privilegio en la economía de todas las familias. Que llegara a tiempo con leña dura, mezcla de laura, maitén, coihue y ñire (símbolo de calidad), seca y un precio razonable, eran cuestiones para nada despreciables.
Ya con los años, aquellos viejos catangos fueron reemplazados por camiones canadienses como medio de transporte desde el bosque al pueblo, con el consecuente mejorado de las rutas y la aparición de las motosierras. Incluso, “la carrada” fue sustituída por “la chatada”, como medida ordinaria de venta y en referencia a la existencia de corralones que acumulaban la leña y luego la distribuían –a pedido-, en camionetas.
Como en cada epopeya, la historia de la zona quedó plagada de leyendas, de anécdotas y de miles de sucesos en torno a los carreros, sus animales y sus mujeres campesinas, capaces de reemplazar al hombre en caso de enfermedad o fuerza mayor, enyugar ella misma los bueyes y salir “con la picana en la mano rumbo al pueblo, en medio de la nevada”.
“La historia de Mallín Ahogado, Cuesta del Ternero, El Foyel o el río Azul tiene necesariamente componentes del carrero, del parcelero en el monte, del cuidado de las vacas y del caballo, siempre herramienta indispensable para todo trabajo rural”, relata un viejo poblador.
La fiesta
Durante sábado y domingo, en la pampa de Mallín Ahogado, la Fiesta Regional del Leñador mantuvo actividades gauchescas y artísticas en homenaje “a aquellos viejitos que salían de allá a las 4 de la mañana para llegar al mediodía al pueblo con sus catangos llenos de leña”, que vendían por las calles de El Bolsón, según explicó el organizador Hugo Oyarzo.
El programa perfilado por los mismos pobladores, nucleados en la Agrupación Gaucha “Pampa y Tradición” y por “Los músicos populares”, incluyó la muestra gastronómica y costumbrista; además de la jineteada y otros juegos campesinos con la participación de lugareños y turistas.
Ya por la tarde, las guitarras y acordeones pusieronn ritmo de chamamés, rancheras y pasodobles sobre el escenario. Las danzas tradicionales argentinas y el baile dieron cierre al evento popular.
El domingo, desde el mediodía, hubo carreras cuadreras; concurso de hacheros y motosierristas; la elección de “la moza del pago” y “una parada de los carreros”, quienes llegaron con sus catangos a participar del evento y en el lugar se les dio un reconocimiento por su esfuerzo. En realidad, “muchos carros ya no quedan, pero los que se arrimaron son un pesazo de historia”, confirmaron.
Oyarzo recordó que “hace años muchos vecinos de la zona vivían del trabajo con la leña. Salían a cortar y luego a vender en el pueblo con su carro tirado por bueyes”.
Se acordó además que “en esa época, bastante antes de la llegada del gasoducto, a la entrada del pueblo había un sauce muy grande -detrás de la escuela hogar- , donde se encontraban todos los carreros. Era muy lindo ver a todos los bueyes atados y los carros cargados. Nadie se robaba nada, podían estar entre tres y cuatro horas atados esos animales que nadie tocaba nada”.
Al detallar los viejos almacenes de ramos generales, como “La Querencia”, “La Central” o “La Bolsonesa”, paradas obligadas y “donde la gente se encontraba para comprar y tomar su copa”, el coordinador del festival valoró que allí también se concentraban “los carros que una vez por semana bajaban para dejar la leña. Fue una época muy dura y ahora nosotros queremos reivindicar el trabajo de los mayores”. De igual modo ponderó el rol “de la paisana, que siempre venia en el caballo detrás del patrón y era común que ayudara a cortar la leña”.
“Antes la ruta era distinta a la que se hace hoy, los viejitos salían desde allá a las 4 de la mañana y llegaban al mediodía. Hoy ya quedan pocos catangos, que también formaron parte de la historia de nuestra zona y por eso es importante rendirles merecido homenaje, principalmente a hombres como Plutarco Sepúlveda”, finalizó.
Social Plugin