El solo paso de los días, a partir de que quedara consolidado el cambio de ministros y oficializada la nueva coalición política sobre la que se asienta ahora la administración de Alberto Weretilneck, sirvió para comprobar que la revisión de funciones en el aparato del Estado no sólo se circunscribió a las primeras filas de la nomenclatura oficial, sino que con un criterio totalizador involucró a un alto porcentaje de funcionarios de distintos niveles que de ahora en mas deberán buscar ocupaciones fuera del presupuesto provincial.
La decisión, que no se esperaba que tuviera semejante magnitud, fue una sorpresa que no estaba computada como posibilidad en al ámbito del justicialismo en general, donde quizás con algunas ingenuidades o un exagerada dosis de buena fe, se descontaba que desde el máximo poder administrador hubiese un piadoso manto de olvido que permitiera dejar atrás los distintos posicionamientos en el conflicto político institucional desatado en los últimos meses.
La revisión de los roles y encuadramientos, algunos mas definidos que otros, así como la gravitación de cada uno en este singular capítulo de la interna justicialista, fue monitoreada por el propio Weretilneck. Y a su influjo y control la revisión de los distintos casos llegó hasta los más recónditos intersticios del organigrama estatal, haciendo caso omiso a los intentos de algunos pseudo influyentes y padrinos que pretendieron salvar a sus recomendados.
En el gobierno y especialmente en los círculos allegados al despacho de Laprida y Belgrano, se pudo apreciar en las jornadas recientes el convencimiento de que el oficialismo “albertista” había resultado ganador en la puja con sus contrincantes “pichetistas”, y que ese resultado tiene que reflejarse necesariamente en la reestructuración del gobierno.
Es decir, que el desenlace no admite otro resultado que la victoria y por lógica, producidas las vacantes, la incorporación a la función pública en los niveles de conducción por lo menos los más relevantes, deben estar identificados plenamente con el gobierno, como lo hacen ahora los ministros y secretarios.
Todo conduce a la homogenización del gobierno. Uno de estos casos es el del Dr. Sandro Chaina, que desde la Función Pública pasa ahora a la empresa Horizonte.
Si existía alguna duda acerca de la adopción de este criterio, que tiene mucho de draconiano, refleja de cuerpo entero el estilo del primer mandatario provincial, quien es reconocido por actuar con mano de hierro cuando se trata de retener o acumular poder, tanto hacia adentro como hacia afuera de los límites gubernamentales.
La remoción por decreto del Dr. Edgardo Baggli de la Secretaría de Derechos Humanos, quien se había negado a renunciar pese a que ese requerimiento lo había formalizado el ministro de Educación Marcelo Mango por pedido del propio gobernador, es una anécdota válida para conocer este “modus operandi”. Y si falta otro ejemplo es la baja dispuesta de varios funcionarios prohijados por el intendente de San Antonio Oeste y Secretario del PJ rionegrino, Javier Iud, eyectados de sus cargos sin anticiparles “agua va”.
Si bien el estilo de Weretilneck ha despertado reacciones en los distintos planos del justicialismo, no consistió en emplear un arma secreta, sino en el cumplimiento de un anticipo debidamente reiterado. En los últimos días había recordado públicamente “que el sector que nos critica ha dicho que no esta de acuerdo con el gobierno, algunos pidieron elecciones anticipadas, otros dijeron que éramos ilegítimos en el gobierno. Si alguien fue crítico durante tanto tiempo, no puede aspirar a permanecer en el gobierno, si estaba tan en desacuerdo con lo que estábamos haciendo, mal podrían seguir en ese lugar”.
Allegados al gobernador sostienen que se trató de un ejercicio de autoridad, como un recurso elemental para deslindar ámbitos que en los últimos nueve meses no estuvieron clarificados y fueron produciendo actitudes que llamaron a equívocos, y hoy es necesario corregir.
En eses marco conceptual debe inscribirse la pretensión de Weretilneck de afiliarse al justicialismo, para ratificar que ese partido es el dueño del gobierno.
Las repercusiones en el justicialismo fueron numerosas pero se hicieron escuchar tales como las quejas pronunciadas por la diputada nacional Silvina García Larraburu, el legislador provincial Luis Esquivel y el jefe comunal sanantoniense Javier Iud.
Este último, cuando escuchó los primeros ruidos sorprendió cuando dijo que “los funcionarios a los que echan seguirán poniendo la otra mejilla”, pero cuando comprobó la magnitud de los relevos, cambió el tono y utilizó una serie de adjetivos calificativos suficientes para ubicar a sus relaciones con el gobernador en el grado máximo de congelamiento. Dirigentes justicialistas que no tienen en estima a Iud –al parecer son muchos más de los que se puede suponer- , comentaban mitad en broma y mitad en serio, que si Weretilneck reactiva la municipalización de Las Grutas y el Puerto de San Antonio Este, su destino no es otro que quedar colgado de un pincel, y su sueño de una especie de califato en las costas del golfo de San Matías convertirse rápidamente en algo de imposible cumplimiento.
Por su parte el senador nacional Miguel Pichetto en su reciente paso por Viedma rehusó utilizar expresiones polémicas y profundizar las diferencias con Weretilneck y, con respecto a los relevos se limitó a decir que los cambios en las segundas y terceras líneas que se han operado “dejan en el camino a gente muy valiosa”.
Los tiempos que vienen en el justicialismo
Es lícito formular el interrogante de lo que acontecerá en los meses venideros en el justicialismo rionegrino, y en el acontecer más o menos inmediato con referencia a las elecciones legislativas nacionales del 2013 y a gobernador en 2015, y de que manera seguirán repercutiendo las diferencias internas en el partido y el gobierno.
Sobre todo si se tienen en cuenta antecedentes de situaciones ya vividas, que si se saben como empiezan y no como terminan, pueden tener algunas similitudes. La historia del peronismo rionegrino es pródiga en disputas internas que, por su virulencia y por las consecuencias que dejaron en detrimento de los intereses del conjunto, se han convertido en un clásico de aquellas cosas que no hay que hacer para que un proyecto político tenga viabilidad y pueda abarcar a todos, incluso a aquellos que piensan distinto.
Las luchas intestinas en el justicialismo suelen alcanzar un alto nivel de confrontación y se exacerban los antagonismos hasta el desborde, una negación misma de los unos con los otros, donde cada sector visualiza a su oponente casi ocupando la categoría de enemigo, con el resultado casi imposible de contemporizar o acercar posiciones.
Estas particularidades entre grupos antagónicos, que tuvieron activo protagonismo durante años, no fue otra cosa que la pesada mochila que sobrellevo el peronismo y que le impidió acceder al poder durante un lapso de treinta años.
La memoria colectiva del justicialismo ha recogido para sus archivos el caso de dirigentes de primer nivel que aconsejaron en forma pública votar por sus adversarios de otros partidos políticos, y un ligero estudio de los resultados electorales permitirá corroborar acuerdos con sectores del radicalismo, para garantizar la derrota en determinas ciudades a los candidatos de la oposición, condenando a los propios a seguras y frustrantes derrotas.
Y esto vino sucediendo sin solución de continuidad, hasta los comicios de 2011, donde después de un duro aprendizaje, Miguel Pichetto tuvo el coraje de someterse al resultado de unas encuestas y, reconociendo mediciones favorables a Carlos Soria el PJ pudo derrotar al binomio Barbeito – Arriaga de la UCR – Concertación para el Desarrollo.
Este introito viene a cuenta por el actual diferendo escapa a las características de los anteriores por su propia singularidad, a partir del fallecimiento de Carlos Soria y la asunción de la primera magistratura por Alberto Weretilneck, un hombre del Frente Grande.
Además, porque en este nuevo enfrentamiento que caracteriza a dos proyectos políticos distintos, ha irrumpido el gobierno provincial como uno de los principales protagonistas, con la capacidad de ejercer el poder y utilizar sus recursos en beneficio de uno de los contendientes, que obviamente responden al gobernador.
Por otra parte, aunque ninguno de los polos de esta ecuación entre “albertistas” y ”pichetistas” , lo quiera reconocer públicamente, a la competencia entre ambos sectores en pugna se suma ahora la disputa de favores con los representantes del Poder Ejecutivo Nacional.
Pichetto aprovechó su breve visita a la capital provincial para reiterar que el peronismo que preside “trabaja para la gobernabilidad” y que “seguirá trayendo obras, proyectos, financiamiento, que es lo vengo haciendo en los últimos años”, dijo.
De todas maneras el gobierno provincial busca su propia relación con la Casa Rosada y a las figuras de los ministros de Desarrollo Social Ernesto Paillalef, y de Obras Públicas Fernando Vaca Narvaja, sumó ahora a Néstor Busso quien estará al frente de la Secretaría de Derechos Humanos, un verdadero “kirchnerista” de la primera hora con vastas vinculaciones en el orden nacional.
Claro está que este juego de las paralelas no estará exento de algunos choques generadores de conflictos, como está ocurriendo entre el gobierno y algunos municipios del sector disidente, donde habrían aparecido algunas presiones sobre los jefes comunales ejercidas desde algunas líneas del gobierno, conductas que pueden contribuir a enrarecer el clima interno, de por sí ya demasiado tenso.
Algunas cuestiones claves a dilucidar
Por sobre las líneas divergentes y las fuerzas centrífugas que han descolocado a muchos peronistas que no admiten bajo ninguna circunstancia retornar a los tiempos del canibalismo partidario ¿no existen posibilidades de lograr acuerdos mínimos sobre algunas de las cuestiones en disputa?
Una de ellas y de mucha importancia son las gestiones del “pichetismo “ ante el ejecutivo para interceder ante la legislatura y lograr oficializar la división del bloque del Frente para la Victoria, alcanzando la constitución de un bloque parlamentario “disidente”. Es decir vencer la postura intransigente del vicegobernador Carlos Peralta, empecinado en no canalizar fondos ni otros requerimientos para la bancada que presidirá Ariel Rivero.
Este tema fue abordado recientemente en la Capital Federal entre Pichetto y Weretilneck, y es fácil deducir que la única manera de no desatar una interna salvaje es evitar que el adversario se sienta acorralado siento lo aconsejable –piensan cerca del gobernador- efectuar concesiones, considerándose un hecho que el bloque “disidente” no llevara adelante una oposición cerril en la legislatura, y actuará de consenso con el oficialismo en los temas trascendentes.
La plana mayor del justicialismo, considerando a la dirigencia que está hoy ubicada en una u otra orilla, no tiene vocación suicida y es consiente que las actuales contingencias políticas, si bien no son menores, no pueden sacrificar la mayoría decisoria y abrumadora de 30 legisladores que tiene el FpV en la legislatura, clave para la buen marcha del gobierno.
Hay también quienes no son proclives a fogonear los duelos personales, por aquello tan sabio del “… animémonos y vayan” como diría Arturo Jauretche, haciendo referencia a quienes contribuyen a crear el clima de confrontación, pero al primer tiro desparecen debajo de la cama. Esto viene a cuento con las recientes declaraciones del vicegobernador Peralta, quien le recordó al senador Pichetto que su mandato como presidente del partido peronista había sido prorrogado, dando a entender la posibilidad de autenticar ese mandato con una convocatoria a elecciones. No faltan los que afirman que Peralta quiere anotarse y disputar la titularidad del justicialismo.
Pichetto por su parte presidió el sábado una reunión de intendentes en San Antonio, reiteró su aspiración de repetir la banca en la cámara alta del congreso nacional, y se mostró confiado “que el partido va a estar muy fuerte en el proceso electoral que va de febrero a marzo”. “Creo en las posibilidades electorales del año que viene y voy a ser nuevamente senador con el respaldo del gobierno nacional, ya la tarea fuerte la hice en Río Negro”.
Mientras tanto las calles, los paredones de Viedma y otros lugares de la provincia, exhiben pintadas del slogan “Pichetto es Río Negro”, señal ineludible de que la campaña ha comenzado. (OMAR N. LIVIGNI / APP)
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