Viajó por parte de la actual geografía provincial hacia 1896
y conoció a Sayweke. Fue noticia semanas atrás porque la Argentina pedirá la
restitución del cráneo del “gamaika” o “lonko” Sacamata Liempichun, que está en
el Museo del Hombre de París. Por Adrián Moyano.
Semanas atrás fue indirectamente noticia el conde francés
Henry de la Vaulx, quien viajó por parte de la actual geografía rionegrina en
1896. Su nombre apareció incluso en diarios de Buenos Aires porque a través del
Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, comenzó a tramitarse una
restitución de restos humanos. Se trata del cráneo del lonko o gamaika Sacamata
Liempichun, a quien sus descendientes identifican como pueblos tehuelche – mapuche.
Ocurre que durante su periplo por la Patagonia el noble europeo se consagró a
saquear algunos enterratorios y de esa manera, restos de la autoridad
originaria fueron a parar al Museo del Hombre de París. Allí los localizó hace
unos el historiador Julio Vezub, que trabaja habitualmente en Puerto Madryn.
Desde una perspectiva provincial, el viaje del francés goza
de muy poca difusión aunque su crónica reviste considerable valor, ya que lo
llevó a cabo apenas una década después de finalizada la Campaña al Desierto. De
hecho, en su camino hacia el sur, de la Vaulx dio con las tolderías en
movimiento de Sayweke, quien ese año aguardaba al sur del actual emplazamiento
de Ingeniero Jacobacci, una comunicación del gobierno nacional. En la misiva
que esperaba el otrora jefe manzanero, se especificaba cuál sería su
emplazamiento definitivo luego del doloroso peregrinar que tuvo que emprenderse
después de la derrota.
Ese momento tan difícil de la historia mapuche se puede
reconstruir a través de las páginas del francés, quien publicó sus experiencias
en 1901. A fines de octubre de aquel año, de la Vaulx partió de Maquinchao para
después de tres jornadas de viaje, arribar a Quersqueley, según anotó. Los
etnógrafos del siglo XX establecieron que el nombre correcto del “vallecito” al
que se refería el francés es Quetrequile. La cuenca del arroyo del mismo nombre
transcurre en la Región Sur de Río Negro y según el europeo, fue “uno de los
sitios más hermosos que encontré en mi viaje. Es un vallecito regado por un arroyo
cristalino, en cuyas orillas se alinean los toldos de los indios”.
Si se consigue soslayar la mirada euro-céntrica del
observador, encontraremos referencias de valía que permitirán apreciar cómo al
menos desde fines del siglo XIX, expresiones del pueblo mapuche ocupaban
espacios territoriales en esta provincia, aunque con los límites que suponían
la pérdida de su independencia política y económica desde 1885.
“De los numerosos toldos de este último invierno sólo quedan tres. Gran parte de los araucanos, incluido su jefe, se fueron a las montañas para la cacería anual de guanacos. Estos toldos, cuya abertura siempre mira al levante, están hechos de cuero de guanacos cosidos entre sí. Se estima que el número de cueros que hacen falta para confeccionar un todo mediano es de 50. Esta enorme cobertura está sostenida por postes que terminan en una horqueta y palos atravesados. El pelo del cuero está hacia fuera, expuesto a la intemperie, mientras que el interior está pintado de rojo por medio de una tierra que el indio saca de las montañas”.
Como en Quetrequile el francés se encontró con la indiferencia de sus involuntarios anfitriones, al día siguiente partió para encontrar “al cacique Saihueque, gran jefe de Las Manzanas, quien está desplazándose hacia el sur para tomar posesión de los terrenos que le otorgó el gobierno argentino”. Al momento de volver a cabalgar, el europeo suponía que los toldos de Sayweke se ubicaban a 16 o 17 leguas de Quetrequile, en un paraje que los etnógrafos identificaron como Calcatapul, “paraje chubuteño pero prácticamente a caballo sobre el paralelo 42”, según Rodolfo Casamiquela. Nosotros suponemos que el periplo de los mapuche se llevó a cabo en dirección al sudoeste desde Quetrequile. Calcatapul está a menos de 30 kilómetros del paraje que se conoce como Cañadón Caliente o La Gotera, casi sobre el límite con Chubut.
“De los numerosos toldos de este último invierno sólo quedan tres. Gran parte de los araucanos, incluido su jefe, se fueron a las montañas para la cacería anual de guanacos. Estos toldos, cuya abertura siempre mira al levante, están hechos de cuero de guanacos cosidos entre sí. Se estima que el número de cueros que hacen falta para confeccionar un todo mediano es de 50. Esta enorme cobertura está sostenida por postes que terminan en una horqueta y palos atravesados. El pelo del cuero está hacia fuera, expuesto a la intemperie, mientras que el interior está pintado de rojo por medio de una tierra que el indio saca de las montañas”.
Como en Quetrequile el francés se encontró con la indiferencia de sus involuntarios anfitriones, al día siguiente partió para encontrar “al cacique Saihueque, gran jefe de Las Manzanas, quien está desplazándose hacia el sur para tomar posesión de los terrenos que le otorgó el gobierno argentino”. Al momento de volver a cabalgar, el europeo suponía que los toldos de Sayweke se ubicaban a 16 o 17 leguas de Quetrequile, en un paraje que los etnógrafos identificaron como Calcatapul, “paraje chubuteño pero prácticamente a caballo sobre el paralelo 42”, según Rodolfo Casamiquela. Nosotros suponemos que el periplo de los mapuche se llevó a cabo en dirección al sudoeste desde Quetrequile. Calcatapul está a menos de 30 kilómetros del paraje que se conoce como Cañadón Caliente o La Gotera, casi sobre el límite con Chubut.
La gran movilidad que caracterizó la vida de los mapuche
antes del imperio de la propiedad privada, puede constatarse a cada página del
texto del viajero, costumbre que como puede advertirse, persistía 11 años
después de la derrota militar a pesar de que la Patagonia ya acusaba la
presencia de estancias inglesas, con sus numerosas majadas de ovejas. Anotó de
la Vaulx que el 30 de octubre “a falta de Saihueque me conformo con su
capitanejo Cumilaf, el jefe de Quersqueley, que en ese momento estaba de
cacería en un valle vecino”. Quiere decir que junto con su familia, Kumilaf
aparecía al menos a 60 kilómetros de su residencia habitual.
“Así que acompañado por mi guía (un mapuche que viajaba con el europeo desde Maquinchao), voy a lo de Cumilaf quien plantó sus cuatro toldos a la entrada del valle de Curupotoro. Lo encuentro delante de su toldo, envuelto en su quillango de piel de guanaco. Me recibe cortésmente y me invita a desmontar y a entrar en su ruca (en mapuzungun en el original). Allí encuentro a su mujer, una india vieja vestida a la antigua, con el cabello suelto sobre la espalda, y una de sus hijas –con la cara pintada de rojo- ocupada en tejer un poncho”.
Al día siguiente, el curioso de de la Vaulx retornó a Quetrequile. Después de reorganizar su pequeña expedición, de la cual también formaron partes jinetes mapuche, se dirigió nuevamente al sur, en su afán de dar con Sayweke. Pero en esta ocasión contaba con más posibilidades, ya que el lonko había enviado en su búsqueda a su hijo Tacomán (grafía del francés) para que oficiara de emisario y condujera al visitante por el camino más indicado. “Pasamos la noche en la laguna de Yepetrem”, consignó el europeo. Para Rodolfo Casamiquela se trata de Lipetrén, así que suponemos que en esta ocasión, la travesía del contingente fue más oblicua que la primera, ya que Lipetrén queda decididamente más al oeste. Finalmente, el francés logró su cometido cuando arribó a las tolderías de Sayweke, en la actual jurisdicción de la provincia de Chubut. Felizmente para el manzanero y sus familias, de la Vaulx no encontró entre ellos enterratorios que profanar.
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