No viaje a Bariloche. La historia de I, quien dio positivo para COVID-19.

A partir del diagnóstico positivo por Covid-19 I trató de no meterse mucho en las redes sociales para evitar los comentarios desagradables que facilita el anonimato. “Prioricé estar comunicada con mis afectos y estar bien anímicamente para recuperarme pronto”, explica. “Me llegaron algunos rumores: A veces me cuesta llegar a fin de mes, mira si me voy a ir a Bariloche. No me daban el pase para Puelo, mira si me lo van a dar para Bariloche. La gente habla porque se asusta, no se informa o se mal informa, pero no se dan cuenta del daño que pueden causar al hablar tantas cosas por no tomarse el tiempo de preguntar” explica I. Sin embargo, se muestra comprensiva con quienes reaccionan con miedo “porque cada cuerpo reacciona distinto al virus”.

Todos los días de semana, I toma el micro de las 7 de la mañana, que sale lejos de su casa en el Paralelo y por ello la alcanza un familiar en moto. “Paso mucho frío en ese trayecto y no es raro que una se pueda engripar, no estuve viendo a mucha gente y por eso me parecía imposible haberme contagiado”, explica la trabajadora municipal de Lago Puelo. 
“El miércoles 19 de agosto fui a trabajar y lo hice con recaudos, barbijo y alcohol. Es importante aclarar que nunca anduve sin barbijo ni me sentí mal en el lugar de trabajo”, explica I. “A eso de las 19 ya sentía dolor de cabeza y chuchos de frío. Me fui a acostar y me dormí enseguida”.
Al otro día, la mujer decidió faltar al trabajo e ir a la salita de su barrio en El Bolsón donde le dijeron que debería asistir al hospital por tratarse de un cuadro leve, pero respiratorio. “Yo estaba sin temperatura: mi único síntoma era el dolor de cabeza. Me hicieron el hisopado y me dieron 48 horas a esperar el resultado”, explica I. “Yo estuve los siguientes días convencida de que era gripe hasta que se sentó la doctora delante mío y confirmó el positivo”.
Después de un rato en silencio I se decidió: “Bueno, a remarla”, se dijo. “La actitud que hay que tomar es esa. No juzgo ni culpo a nadie, aunque intento entender quién pudo contagiarme”, explica. “Si yo me contagié debe haber alguien más que se enfermó porque esto es una cadena: Por ahí me llevé las manos a la boca o la nariz habiendo tocado una superficie con el virus… no lo sé”.

Mientras se acerca su alta médica, I termina un libro que le habían robado con su cartera pero que casualmente la médica tenía encima y le prestó. “Se llama Ángeles Caídos de Nora Roberts y es muy recomendable”, cuenta. De a ratos interrumpe la lectura para atar cabos: “Me rompo la cabeza pensando donde me lo pude haber contagiado y no logro dar en la tecla. Mis contactos estrechos como mi esposo o mis compañeros de trabajo están sin síntomas y se sienten bien”, explica.
El cuadro de I es uno de los mejores escenarios posibles, no presenta síntomas, está bien oxigenada y sin fiebre. “Una vez que te informas comenzás a comprender que esto es algo que le puede pasar a cualquiera y vamos a tener que aprender a convivir con esto como sociedad. Es una enfermedad y nadie se ha salvado de enfermarse de algo alguna vez”, concluye.











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