Carta de lectores: a la opinión pública en general, dirigencia política, autoridades judiciales y medios de comunicación




Ya no nos alcanza con Justicia necesitamos empatía, “otredad” sensibilidad, compromisos y honestidad.

Los tiempos que en los pedíamos Justicia, ya han pasado. La inseguridad y el abandono que sentíamos y seguimos sintiendo, se han convertido en reclamos eternos que se extienden hacia otras urgencias que el Estado no logra comprender y por lo visto, la Justicia menos.

Que una mamá siga cruzándose con el asesino de su hijo, porque está suelto, ya que la Justicia todavía no resolvió, es aberrante. Pero esos cinco años de negligencia, no solo pueden adjudicarse a la falta de Justicia, sino que son parte del abandono; la falta total de empatía y por supuesto, la ausencia de “otredad”. 

Nunca mejor expresado en cuanto a que, desde el sistema judicial, no han sabido ponerse en el lugar del otro; de las personas que padecen el asesinato o la pérdida violenta de un hijo; un hermano; cualquier ser querido.

Nunca, como ahora, la Justicia observa, responde (cuando lo hace) o resuelve, desde su ombligo; desde mirar hacia dentro, en vez de contemplar el sufrimiento de las personas que, aun cuando resulte difícil o imposible, ponerse en el lugar de cada mamá, papá o familia las miradas desde cada persona, humanizarían al servicio.

Decimos “nunca como ahora”, porque es propio sistema en general del Estado que, como hemos dicho varias veces, ha puesto la administración por sobre las personas. 

Entonces, la burocracia, el exceso de tramitaciones y las pilas de papeles, han pasado a ser más importante que un hijo asesinado y el sufrimiento de su madre. Una burocracia que se extiende en todas las áreas del Estado y también en la Justicia, haciendo que un expediente resulte más importante que el dolor.

Desde la Asociación Justicia Comarca (Familiares de Víctimas de Hechos de Violencia) venimos transitando desde hace más de cinco años, esfuerzos sobrehumanos, para llegar al entendimiento de que los procesos tienen sus demandas de tiempo; que ciertas resoluciones se deben a los aspectos técnicos o que el lenguaje (por ejemplo) se debe a que están acostumbrado así los jueces, pero poco a poco cambiarán.

No obstante, tenemos que decir que no se puede tapar el sol con un dedo. No se puede sostener una supuesta realidad, cuando la respuesta es el silencio. Porque el sistema judicial jacta de ejercer tareas en beneficio de erradicar la “violencia”. Pero debería saber que no hay mayor violencia que el silencio y más cuando proviene de las estructuras del Estado.

Desde nuestra organización, siempre hemos velado por el puente; por la construcción de espacios de intercambio entre el sistema de justicia y las personas que, lo que, trascendiéndonos, sería entre el sistema de justica y la sociedad.

Sin embargo, hemos puesto nuestro dolor como aporte y el dolor es nuestras vidas, mientras que la mayoría de las veces, hemos tenido como contraparte, al silencio.

El silencio es ignorancia; desprecio por la vida, incapacidad para resolver sin esos dogmas de procedimiento que, desde el propio sistema, consideran obsoleto y alejado de lo único que podría dan sentido y razón a su existencia, es decir, las personas. 

Pero si aferrarse a esos dogmas de otra época, resolviera en los tiempos de quienes padecen, de los familiares de las víctimas, quizás se podrían aceptar algunas formas que, incluso, hoy son necesarias y urgentes. 
Aunque siempre llegamos a la triste conclusión de que no se adapta a las nuevas necesidades y tampoco se resuelve desde las viejas. 

Y entonces, una mamá sin recursos, que apenas entiende lo que dicen fiscales o jueces y desesperada por el asesinato de su hijo, debe comprender y entender los “tiempos de la Justicia” que (dicho sea de paso, significan indiferencia, desconocimiento de la persona y mirarse al ombligo) pero la Justica no hace el mínimo esfuerzo por comprender a la mamá.

Por eso, queremos también hablarle a la dirigencia política. En rigor: muchas elecciones; muchos sainetes de campaña; muchos agravios para denostar, en vez de construir. Pero nada de observar y ponerse en lugar de los familiares. Nada de mirar a la gente, desde la gente, cuando tenemos que hacer empanadas para vender y así solventar el viaje de algún familiar que debe asistir a una audiencia y llevar a los testigos.
Muy lejos de los ideales que creímos recuperar en 1983, pese a que estemos celebrando 40 años de democracia. 

Los casos Gavilán; Burgos, son íconos de la indiferencia. Las tantas veces que pedimos una reunión con el Superior Tribunal de Justicia y no hemos tenido respuesta, son ejemplos del silencio institucional.

Las dádivas de algunos dirigentes políticos, son la esfinge de la mediocridad. Porque debemos decir y reconocer que hay dirigentes que siempre nos acompañaron y siempre los hemos mencionado. Aunque sobra una mano para contabilizarnos.
Pero también debemos decir que la mayoría, mira hacia otro lado. Y como siempre, se pone en juego la burocracia y la indiferencia para con las personas, porque muchos hombres o mujeres de la política, como hombres y mujeres de la Justicia, por lo bajo y en privado nos dicen que tenemos razón. Bueno, de más está decir que eso muestra tanto el déficit (dicho desde adentro) como la cobardía (dicho en silencio).
Por eso, recurrimos a los medios de comunicación, porque de un modo u otro, algunos con más compromiso que otros, siempre se han hecho eco de nuestros reclamos y gracias a que han visibilizado nuestro dolor, hemos podido avanzar, algunas veces.

  
Señores y señoras de la Justicia; hombres y mujeres de la sociedad y mayormente, quienes ocupan cargos públicos y que tienen la responsabilidad moral de escucharnos; de empatizar y de mirarnos desde nosotros y no desde ellos, ya que ellos están por toda la sociedad, les pedimos que nos escuchen, que nos miren.
Nosotros no solo lloramos las muertes violentas de nuestros seres queridos, sino que hacemos de contención de quienes deben padecer situaciones similares. Hacemos lo que el Estado no hace.
 
Durante muchos años hemos tenido un discurso de acompañamiento, con el afán de construir puentes, como dijimos antes, esperamos que desde el otro lado también lo hagan.

Por nuestros seres queridos, por las tantas familias, mamás o papás que a diario deben sufrir un dolor que jamás se irá, le pedimos que con las herramientas que como ciudadanos les damos nos ayuden a reconvertir a nuestro dolor en esperanza, para seguir ayudando.
Ojalá que puedan hacerlo, simplemente eso, hacerlo, no digan más, no prometan, no nos entusiasmen falsamente si saben que no son capaces de hacerlo porque no están a la altura de las circunstancias.

Asociación Justicia Comarca












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