Piden revalorizar las fiestas regionales como un recurso turístico


A la hora de “romper la estacionalidad”, las ideas para atraer visitantes se vinculan para potenciar “aspectos culturales, costumbres y el rescate de las tradiciones más caras a los sentimientos populares”.


Propuestas de otoño, como las fiestas regionales de las colectividades, de la cerveza artesanal, de la chicha y del leñador, aparecen como válidas para convocar a los turistas (entre Neuquén y Santa Cruz), en fechas coincidentes con los fines de semana largos y, de paso, “inyectar recursos a la economía de la zona, que buena falta le hace a esta altura del año”, según reclamó un empresario cabañero de Villa Turismo.
Los que recogieron el guante son los municipios de El Hoyo y Lago Puelo, que ya planifican rotar celebraciones durante el invierno y la primavera. A ellos se sumaría El Bolsón con otras alternativas, como los festivales de jazz, tango y teatro.
“Somos la capital cultural de la Patagonia y eso hay que aprovecharlo: desde la feria artesanal a la producción de las chacras; las heladerías, la gastronomía, la cerveza, la forma de vida y la idiosincrasia son cosas que atraen, pero no las sabemos potenciar”, valoró otro de los consultados.
En medio, pasaron las cinco fiestas principales desarrolladas en la Comarca Andina durante los meses de verano y hay un tiempo de análisis. A excepción de Cholila y El Maitén “el balance es pobre, tanto en convocatoria como en resultados económicos ninguna de las fiestas tuvo mucho para mostrar este año”.
Quien lo  niegue “sabe que está mintiendo y la realidad demuestra que hay que redimensionar la propuesta, ya que la pérdida de los valores que les dieron origen, el alto costo en contrataciones artísticas y los presupuestos deficitarios que dejan a los municipios, más la superposición de fechas y los niveles reales de convocatoria, son razones suficientes para poner en el análisis al finalizar la temporada estival”, destacó un funcionario que aseguró saber “bastante del tema”.
En tanto, un intendente de la zona reconoció -ya con el grabador apagado y en referencia al presupuesto efectivamente gastado - que “los números los terminamos dibujando o pedimos un subsidio al gobierno provincial para disimular los costos, porque siempre hay cosas que la contra puede usar”.

Rédito político

En el análisis “fino de la cuestión” se preguntó: “¿Porqué llegamos a esta situación?, que se yo, la heredamos. Fíjate que todos los festivales empezaron en los '80 organizados por los mismos vecinos. Muchos se cansaron y otros se pelearon (y en otros casos aparecieron los vivos con ganas de hacerse un mango), pero al final los terminamos armando los municipios. Es cierto, a todos nos gustó porque significa un rédito político, pero a esta altura ya es insostenible”, se sinceró.
Entre las razones enumeró que “con lo que destinamos a contratar artistas de renombre -porque la competencia ya es ver quién trae el número más grande-, podríamos hacer 10 casas por año, con lo que significa para una familia el techo propio. O sea, cambiamos tres días de joda por la solución habitacional que es para siempre”, insistió.

Vinieron todos

“Ya vinieron todos: El Chaqueño Palavecino; Soledad, León Gieco, Los Nocheros; Jairo, Divididos, ¿a quién van a traer el año próximo?”, se preguntó un cantor de fuste local que se quejaba amargamente por los quinientos pesos exiguos que le tocaron en el reparto. “Uno va cualquier fiesta del país y lo que quieren ver los turistas es a los valores de la región, que seguramente habrá muchos y buenos. Acá no, hacemos al revés. Está bien traer algún número importante para que lo vea la gente del pueblo, pero esto ya superó todos los límites y tarde o temprano se vuelve en contra”, siguió reflexionando el militante de la cultura.

Mero espectador

En opinión de Carmen, quien no falta a ninguna fiesta, “la gente quedó relegada a ser mera espectadora frente a lo que se le ocurre poner al organizador sobre el escenario”. En cambio, en su opinión “una fiesta es para mostrar el perfil de la sociedad anfitriona y acá nos acostumbramos (o nos acostumbraron) a pararnos hasta la madrugada -incómodos y pasados de frío-, para aplaudir al cantorcito de turno y con el gancho de esperar que elijan a la reina o larguen el bingo, y nunca cumplen los horarios”:
A su turno, otro conocido referente local se preguntó: “¿Alguien vio alguna planta de lúpulo en la fiesta de El Bolsón? ¿Dónde están los productores? ¿Porqué no la cambiamos por la fiesta de la cerveza artesanal?”, terminó proponiendo.
No faltó el poblador de El Hoyo que le retrucó: “¿Y en la nuestra?..., ¿viste algún chacarero con frutillas o frambuesas? Las que había en algún puesto las compró el dueño para ofrecerlas como postre o en tragos artesanales”.
Sin embargo, ambos coincidieron en valorar “las inversiones que se notaron en los predios. Lástima que El Bolsón siga sin un lugar fijo, pero el resto es un lujito. Sobre todo El Maitén, El Hoyo y Cholila, con los puestos nuevos para la gastronomía y los artesanos, además de escenarios que deben ser los mejores en toda la Patagonia”.


Poco y nada

Ya en la crítica franca hacia las fiestas recientes, uno se acordó de otras ediciones en Lago Puelo con exposiciones “mucho más nutridas sobre la biodiversidad. Era un orgullo esos stand con información sobre los bosques nativos, charlas y disertantes sobre políticas forestales; los paseos por el botánico; las muestras de los artesanos sobre el uso de la madera, las esculturas”.
Otro que fue hasta el predio del lago Epuyén rememoró tiempos pasados “cuando mostraban comidas mapuches y actividades campesinas. Este años, apenas cuatro expositores eran del lugar”, comparó.
Volviendo a la Fiesta del Lúpulo, las quejas se orientaron a que hubo muy pocos puestos y todo se limitó a un predio que abrió prácticamente de noche. De día no pasó nada y la gente terminó concentrándose en la feria. Cómo no van a mostrar superávit si no gastaron en nada, el sábado a la medianoche mientras en El Maitén había 40.000 personas viendo a León Gieco, acá había mil aburridos mirando a un gaucho acordeonista”.
No obstante, el vecino que prefirió la Fiesta Nacional del Tren a Vapor extrañó “las carreras de zorras que se hacían en la estación. Es una lástima que se vayan perdiendo esas cosas”.
“Y acordate cuando en El Bolsón se hacían las carrozas, los bailes en el club El Refugio, cuando la Quilmes mandaba barriles de cerveza. Era otro criterio para sumar la participación de la gente, me parece que por allí pasa la cosa”, rememoró otro de los presentes en la charla de la esquina.
Claro, a la hora de pedir “aportes concretos para corregir el rumbo” no fueron tantos los que opinaron. “Para rearmar todas esas actividades hace falta abrir el juego, convocar a gente dispuesta a trabajar en la organización sin la ambición de ganar plata, gente que quiera a su pueblo”, retrucó el feriante y se rió preguntando “¿quedará alguno?”.