Suena mi celular y una voz de hombre dice:
_ Señora Claudia, soy Juan Miguel, el marido de Alejandra
Probablemente conozca a muchas Alejandra pero solo una podría haberse puesto en contacto conmigo en ese momento así que sin dudarlo mucho, respondí alegre al saludo
Por que en este último mes había llamado muchas veces a Alejandra, su celular siempre daba fuera de servicio y como adivinaba que ya no estaría usándolo, busqué sin la menor suerte, dar con su número nuevo.
_Si señora Claudia, Alejandra perdió el celular y se fueron todos los números que tenía guardados ahí, pero ahora revisando encontró un papelito en que usted le había anotado su número. Alejandra está en neonatología con la bebé.
_Ah, nació ahora, yo traté de comunicarme por que pensé que nacería antes
_ No, no. Nació el 3 de julio.
Habían pasado 17 días.
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Durante la segunda semana de mayo alguien dio aviso en la radio en que trabajo, que en un albergue de la ciudad de Viedma, estaban alojadas varias familias luego de que el Estado provincial interviniera en una chacra en la que varias familias de origen salteño y boliviano trabajaban y vivían en condiciones de explotación.
Viedma es una pequeña ciudad, el dueño del albergue, un conocido de casi todos, facilitó el ingreso a una cocina en la que sus dos empleadas mimaban a una docena de chicos y tres jóvenes madres.
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Alejandra que con toda propiedad hace, al aire, una crónica casi aséptica. Su marido viajó a Río Negro, desde Tartagal (Salta) en los últimos meses del año anterior en relación a una oferta de trabajo. Desde Conesa y con dinero del empleador, hace venir a su familia, mujer embarazada y 5 hijos que luego se reencontrarán con él y con su tía Iraira, hermana de Alejandra.
Desde Conesa, en donde describen mejores condiciones de vida, la dinámica de la empresa que los contrató y que en este caso tiene la cara de un tal Fabián Reale (sin que esto signifique que sea la verdadera cabeza detrás de este emprendimiento que funciona con mano de obra prácticamente reducida a la esclavitud), los trasladó a todos a una chacra en el IDeVI – Instituto de Desarrollo del Valle Inferior-, a escasos kilómetros de Viedma.
Las hermanas Alejandra e Iraira y sus proles permanecieron juntas.
Una treintena de personas, entre adultos y niños se hacinaban en una habitación, en condiciones precarias. El futuro promisorio de la Patagonia hecho realidad.
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Una adolescente se descompone en la escuela de San Javier y esto pone en alerta a los docentes primero y a la salita de salud luego.
Una adolescente que se desmaya por falta de una nutrición adecuada es la señal que necesita el Estado para intervenir. De no haber ocurrido esto, el ejercicio de la casi esclavitud como modo de producción no habría sufrido contratiempos en el valle Inferior rionegrino.
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El 17 de mayo, después de una semana en el Albergue Goliat en el barrio San Martín de Viedma, Alejandra e Iraira hablan de sus hijos, de sus embarazos, de sus necesidades.
Lo hacen con delicadeza. Se expresan con propiedad. Tienen ese cantito dulzón que emparenta a salteños, jujeños y bolivianos. No se equivocan al declinar verbos. El discurso es amable. Dan ganas de seguir charlando.
En la intimidad de mi casa comenté que me preocupaban los embarazos. El temprano sobrepeso de las jóvenes que a todas luces era fruto de una dieta precaria, las ajustadas condiciones de vida, la chorrera de hijos con poca diferencia de edad. No hacía falta formación académica para tener esta preocupación. Solo algunos años, algún embarazo, sentido común y una cuota de humanidad.
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20 de Julio 2012
Me quedo en silencio mientras escucho a Juan Miguel contándome que recuperaron mi número telefónico. Me dice que me llama él por que Alejandra está en neonatología con Lunei, que nació el 3 de julio con más de 4 kilos mientras una película me corre por la cabeza y sumo y resto y son 17 días desde que nació la nena, y entonces me dice, sin que le explote la garganta, que esa mañana hablaron con el neurólogo que vino de Bahía, no puedo entender lo que me explica pero se que es que no quiero entender lo que me explica, escucho que se quedaron sin pañales descartables, escucho que la Provincia lo subsidió con 1.500 pesos y que destinaron 500 a un lavarropa de esos que son como un moderno fuentón que no hace mas que remover o agitar la ropa sucia en agua jabonosa, me cuenta que las representantes del Estado se enojaron por esa decisión y vuelve a justificar que son 9 personas y que en el departamento en que viven las cañerías impiden que se pueda lavar a mano semejante cantidad de ropa, me dice que le replicó a la funcionaria del Ministerio que era “un hombre grande”, que no merecía que lo retaran como a un niño, y que le dijo que él se ocuparía de los pañales, y se notaba la angustia que disimulaba en la voz y se notaba la dignidad tantas veces pisoteada y la vida, para él y para mi seguía corriendo como una maldición.
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El caso Solano con lentitud se impone en la vida de los rionegrinos. Daniel, trabajador golondrina, vino desde Tartagal a trabajar en la fruticultura de Choele Choel. Desde noviembre es un desaparecido.
Aparecen Pruebas de la connivencia del Estado con este sur semiesclavista. Funcionarios policiales detenidos de quienes se tiene semiplena prueba de su participación en la desaparición del joven Solano. Policías vinculados a la empresa Agrocosecha, empleadora del muchacho desaparecido.
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17 de mayo de 2012-
En diálogo con la radio, el director de sumarios y multas de la secretaría de trabajo de Río Negro, Miguel Contín admite que la cartera en la que se desempeña sabe, históricamente, de casos similares a los de las familias de Alejandra e Iraira, pero, nos deja pasmados al admitir que no intervienen por que los costos en términos económicos que debe asumir el Estado con las víctimas son muy altos, así que mejor dar vuelta la cabeza.
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Está claro que el caso Solano tiene zonas comunes con el caso de las familias de Alejandra e Iraira. Todos vienen del mismo lugar. Viajan del mismo modo a alimentar el negocio en cuasi quebranto del sur semi esclavista.
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21 de julio de 2012
Llamé a Gladys Cofré de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la municipalidad de Viedma y le explico la situación que previamente me había narrado Juan Miguel. La funcionaria recuerda que hay una denuncia en la justicia federal que le han dicho que prospera a buen ritmo, sin embargo, y como hablando sola, lamenta que cuando alguien denuncia, suelen ocurrir estas cosas, la denuncia los victimiza mucho más aún. Me explica que no puede intervenir, por un tema de incumbencias. Me dice que en todo caso si la llaman, no dudaría en apersonarse en el hospital.
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17 de mayo de 2012
Iraira es boliviana. Ella nació en Bolivia. Me cuentan las hermanas que hasta la noche anterior también estaba alojada en Goliat una familia boliviana, padre, madre y dos menores. Laura, la señora que se ocupa de la cocina en el albergue, confirma los dichos de las hermanas.
Me cuentas que el padre de esta familia había dicho “no traje a mis hijos para estudiar sino para trabajar. Debemos mandar plata a Bolivia”, y se retiran del lugar. Me dicen que no saben a donde fue esa familia. Estiman que habría vuelto a la misma chacra.
Me abruma lo que pasa, lo que escucho y me debato entre informar y mantenerme completamente al margen o entre informar y hacer algo. Llamo a un amigo que tiene diálogo con el cónsul de Bolivia y él le da aviso. El diplomático que Evo Morales instruyó para ocuparse de sus conciudadanos hace un vuelo rasante y luego desaparece del escenario. Concluyo que a muchos políticos les gusta más cumplir con el caricaturizado rol, que con la vocación de servicio que a pocos alimenta.
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21 de julio 2012
Neonatología del Hospital Zatti. Alejandra me presenta a Alunei, es una ranita gordita que duerme boca abajo con la cola parada. Alejandra está tranquila por que las chicas del servicio la cuidan a ella también.
El neurólogo dijo que Alunei tiene daño cerebral.
Alejandra está preocupada por Iraira que está próxima a tener su bebé.
Me repite las mismas cosas que me contó en la víspera Juan Miguel.
Aunque todo parezca de una ingratitud casi planetaria, la voz de Alejandra suena amable, una voz de jazmin.
Le pregunto si pudo llorar y me dice que no, la abrazo y lloramos juntas. Nos hacía falta.
Le pregunto si quiere hablar con la subsecretaria de derechos humanos para explicarle su caso y que así ella pueda exigir que el Estado la proteja adecuadamente. Me dice que si. Le ofrezco mi celular para que no tenga gastos. Guarda el poco crédito para intercambiar mensajes con su marido y su hermana. Las dos familias son muy unidas.
Gladys Cofré le ofrece verla en 20 minutos en el Hospital de Viedma.
Mientras esperamos, Alejandra me cuenta del aluvión en Tartagal, del dengue que afectó a su hija mayor que entonces tenía 12 años, de los 20 días que internaron a su marido porque podía estar afectado de paludismo, me habla de mosquitos, de “las juanitas”, cita a Juan Miguel, (lo cita todo el tiempo, parece muy enamorada) y me dice que él le dijo, “mirá, acá podemos salir a caminar de pantalones cortos”. No paro de pensar en eso, desde que me lo dijo no paro de pensar en que vinieron por que la diferencia era tan pequeña como poder caminar con las piernas descubiertas. Entendía que eso encerraba conceptos como paludismo o dengue. Entendía que la calidad de vida para algunos encerraba parámetros tan básicos que me avergonzaban.
Anoche hablé de nuevo con Juan Miguel. Estaba apurado por que tenía un compromiso. Entendí que en parte estaba relacionado con los pañales descartables pero esto era lo menos importante. Estaba apurado, animado, enérgico. Me dijo que estaba todo bien. Me despedí.
A lo mejor es una de tantas y tantas historias. Igual, es la historia que me tocó contar. Una historia de gente que sueña con algo mejor que al fin, es tan poquita que uno se dice a si mismo, mierda con tanto egoísmo, mierda con tanta mezquindad, ya llevamos dos meses y Alejandra e Iraira todavía padeciendo, todavía teniendo que apelar a una completa desconocida para que Dios se acuerde que tiene que ocuparse.
Claudia Beltramino
Los audios que dan vida a esta crónica podés encontrarlos en el sitio de Frecuencia VyP en Facebook
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