Viedma y Bariloche: Vigilia sobre dos municipios estratégicos

En dos municipios estratégicos como Viedma y San Carlos de Bariloche habrá comicios para elegir intendente por distintas causales, fallecimiento y revocación de mandato, respectivamente, en los casos de Jorge Ferreira y Omar Goye. La conducción justicialista y el gobierno provincial siguen en atenta vigilia eventuales desenlaces de inocultable importancia política.



En la capital de la provincia, si bien está la atenuante de que el gobierno municipio lo detenta el radicalismo que viene resultando ganador en tres comicios sucesivos, la obligación es siempre hacer lo imposible para recuperar esa plaza, por su jerarquía político-institucional, y por el simbolismo que representa. Sobre todo desde que el Frente para la Victoria ejerce la titularidad del gobierno provincial.
Además, resulta obvio destacar que la consulta del 17 de marzo, constituye una especie de recuento globular anticipado a la elecciones de diputados y senadores nacionales, cuyos resultados serán exhibidos como un “test” y cualesquiera fueren tendrán trascendencia nacional.
Distintas circunstancias impidieron la conformación de una lista de unidad en el justicialismo viedmense, que finalmente irá a internas para dirimir la cuestión entre Mario Sabbatella, quien en 2011 realizó el mismo intento contra el fallecido Jorge Ferreira, y el dirigente gremial docente Marcelo Nervi, cuyas listas, Agrupación Fuerza Viedma y Celeste y Blanca, respectivamente, ya fueron habilitadas por la Junta Electoral provincial.
Pero el Tribunal Electoral procedió a rechazar la lista que encabezó el abogado Néstor Larroulet, alegando que no había cumplido con las exigencias del artículo 47 de la Carta Orgánica del justicialismo, que obliga a cada precandidato a certificar los avales ante la Junta Electoral, escribano público o juez de paz.
Este desenlace que no fue sorpresivo ni mucho menos, tiene sus antecedentes y su punto de partida se remite a un encuentro que mantuvieron el gobernador Alberto Weretilneck; el senador, Miguel Pichetto y el dirigente Mario Sabbatella, a quien se le aseguró allí su condición de candidato único para aspirar a la municipalidad y pleno apoyo de los niveles gubernamentales y partidarios.
Posteriormente, y desde el propio Consejo Partidario, Pichetto abrió la instancia de elecciones donde participen todos para dirimir el precandidato y estimularon la presentación de Nervi y Larroulet, dejando de lado la exclusividad que se descontaba tenía Sabbatella, quien ante el nuevo escenario amagó con una renuncia a su nominación, que finalmente quedó en la nada.
Estas marchas y contramarchas contribuyeron a enrarecer el clima interno del peronismo capitalino, surcando por una veintena de agrupaciones con posicionamientos distintos y repartida representatividad. Una de ellas, la Corriente de Opinión Peronista, que lidera Carlos Schmitt irrumpió en el escenario reclamando que previo a las elecciones internas se debería haber impulsado un acuerdo político amplio para consensuar un candidato de unidad que compitiera con posibilidades ciertas de alcanzar la victoria.
También denunció el estado de acefalía de la Unidad Básica y la anarquía existente en el justicialismo viedmense desde el punto de vista institucional.
Mientras tanto a mediados de la semana pasada, el Tribunal Electoral que preside el doctor Gustavo Azpeitía, intentó impulsar una conciliación entre Sabbatella, Nervi y Larroulet, a partir de una inicial impugnación de Larroulet, cuestionando el sistema de certificación de los avales como condición clave para la habilitación de las candidaturas. El principio de ese acuerdo que finalmente no se instrumentó consistía en un escrito firmado por las partes, donde manifestarían su voluntad de resignar la aplicación del artículo 47 de la Carta Orgánica justicialista que, precisamente, fija este requisito.
Posteriormente, el viernes último, ante la ausencia de esa presentación o manifestación expresa de la voluntad de los interesados en aquel sentido, la Junta Electoral partidaria, que preside Nicolás Rochás, resolvió dejar afuera de la elección interna la lista de Larroulet, que presentó más de 600 avales, pero que no había cumplido con los requisitos establecidos, situación que “fulmina los avales presentados”.
Inmediatamente de conocida la resolución, el doctor Larroulet en declaraciones a la prensa expresó su decisión de apelar la medida por considerarla fuera del contexto político y con objetivos inconfesables y de atribuirle un carácter e intencionalidad “proscriptiva”.
Además, adjudicó responsabilidades en el fallo del titular del PJ, el senador Miguel Pichetto y al gobierno provincial y recamó que la medida merecía una urgente revisión para que todos los justicialistas ejerzan el derecho de elegir y ser elegidos.
En las últimas horas, los precandidatos Sabbatella y Nervi descartaron cualquier acuerdo de unidad y redoblaron sus esfuerzos en los trabajos proselitistas para afrontar con el mejor resultado una elección inerna donde podrán votar unos 4000 afiliados habilitados, es decir, una compulsa cerrada sin participación de los independientes.

LOS PROBLEMAS DE BARILOCHE

Si hay un lugar en la provincia donde el quehacer cívico tiene la suficiente fertilidad para generar novedades políticas del más variado tipo, es sin duda San Carlos de Bariloche, hoy el centro de la atención pública a partir de los recientes saqueos pre-navideños, la suspensión del anterior jefe comunal y las vicisitudes por las que atraviesa el actual proceso de transición que establece la Carta Orgánica Municipal.
La cuestión es que a sólo días del alejamiento de Omar Goye de la conducción de la comuna andina ya han surgido por lo menos tres potenciales aspirantes a reemplazarlo y convertirse en eventuales candidatos en un previsible desenlace electoral.
Por ahora, sin dejar de prever que pueda aparecer cualquier otro dirigente con idénticas aspiraciones, han manifestado su voluntad en ese sentido el ex titular de la Dirección de Tierras del municipio, Gustavo Gianusso, la propia intendente interina María Eugenia Martini, ambos de filiación justicialista y Carlos Valeri, un dirigente del Frente Grande, actual presidente del Concejo Municipal.
El simple hecho de que Martini y Valeri representen a ambas fuerzas, ya plantea un problema por anticipado, teniendo en cuenta que se trata de las agrupaciones políticas a las que pertenecen el senador Miguel Pichetto y el gobernador Alberto Weretilneck, y que en las elecciones de septiembre de 2011 concurrieron a las urnas en forma separada. Para desestimar cualquier atisbo de internas, Martín Soria, se apresuró a decir que Valeri “no sería aceptado por consenso en el PJ” y propuso y opinó a favor de María Eugenia Martini.
Debe tenerse también en cuenta que el Frente Grande, el principal aliado del justicialismo en Bariloche, prácticamente desde el comienzo de su gestión, fue un severo crítico de la gestión de Goye, con más rigor que los propios partidos de la oposición, lo que produjo varios cortocircuitos en las planas mayores del PJ y el FG.
Y nadie desea en esos ámbitos que si las pretensiones de ambos referentes persisten, puedan reiterarse esos episodios y fricciones, totalmente inconvenientes en estos momentos tan especiales que vive la ciudad andina. Y sobre todo este paréntesis de “convivencia pacífica”, entre Pichetto y Weretilneck, que parece haber dejado atrás las tensiones de la “guerra fría” que caracterizó la relación entre ambos en gran parte del año anterior, incluidas fuertes declaraciones difundidas por los medios periodísticos.
Ahora que ambas figuras transitan por un mismo espacio o ámbitos de mucha tangencialidad y comulgan una visión similar sobre lo que ocurre en Bariloche han salido a poner paños fríos y sofrenar los ímpetus electoralistas de unos y otros.
El mensaje que se reitera en los altos niveles del gobierno y el partido no es otro que “la necesidad de garantizar la gobernabilidad y una transición transparente sin pensar en quienes serán los candidatos, tema que corresponde a una etapa posterior”. La cuestión es “llevar adelante el proceso de convocatoria en marcha y debe quedar en claro que la dirigencia no está privilegiando aspiraciones personales, sino la gobernabilidad”.
Ahora las energías deben concentrarse en la obtención de las 8000 firmas para habilitar el llamado a referéndum como antesala de las elecciones, sin dudas un desafío gigantesco.
Mientras tanto, Omar Goye, el intendente suspendido, anunció que tiene finalizada sus respuestas a las siete acusaciones formuladas por los concejales que motivaron su transitorio alejamiento del cargo y el inicio de revocatoria de mandato que presentara ante el Concejo Deliberante.
También adelantó que insistirá con el pedido de revocatoria de mandato a siete concejales (del PJ y del FG). También se mostró optimista en lograr el 3 por ciento de los votos exigidos por Carta Orgánica y luego avanzar hacia el plebiscito.
Otro de los temas que complica el panorama político de Bariloche es la renuncia elevada ante el Consejo del PJ por la diputada nacional, Sivina García Larraburu, hasta el momento integrante de ese alto cuerpo partidario.
García Larraburu es una conocida dirigente del justicialismo barilochense. Cumplió distintas funciones oficiales y partidarias y se desempeñó como legisladora provincial. Su renuncia se mantuvo en un plano de mucha discreción y hasta ahora fue categóricamente desmentida en algunos sectores dirigenciales, mientras otros reconocían que había planteado algunas discrepancias con la conducción, pero el problema no había llegado a corporizarse en una renuncia formal.
La realidad es que hace casi un mes la diputada nacional hizo llegar al Consejo su renuncia por nota, donde explicita una serie de diferencias referidas a sucesivas decisiones adoptadas por la cúpula del PJ en los últimos meses.
Los cuestionamientos de García Larraburu serían de variada índole, puntualizando sus disidencias, por ejemplo, en cuanto a las relaciones del presidente del partido, el senador Pichetto, con el gobernador Weretilneck, las que fueron oscilando -según su criterio- de un formal y crítico enfrentamiento, hasta un acercamiento de colaboraciones que hicieran entendible estas variantes a la dirigencia en general y a los afiliados en particular.
Un dirigente de Bariloche, allegado a García Larraburu, comentaba con innegable humor, que Pichetto debería advertir del rumbo qaue toma para evitar que los justicialistas enrolados en su sector político hagan lo mismo que aquellos tres o cuatro soldados japoneses que, perdidos en una isla del Pacífico, nunca se enteraron que había terminado la Segunda Guerra Mundial y se entregaron 20 años después por carecer de toda información.
Otra de las observaciones de García Larraburu se remite a la reunión celebrada en la Casa Rosada, donde la presidenta Cristina Fernández dispuso el alejamiento del intendente de Bariloche, y las posteriores gestiones de Pichetto y Weretilneck, conminando al jefe comunal para que presente su renuncia al cargo, en vez de optar desde un principio por la variante de la revocatoria prevista en la Carta Orgánica Municipal.
La legisladora nacional hasta ahora ha guardado un hermético silencio, negándose a darle trascendencia periodística a su renuncia y lo mismo sucedió con las autoridades del Consejo Partidario, tal vez especulando que una reconsideración de la dimitente evite que la sangre llegue al río.
Hay que recordar que Silvina García Larraburu estuvo ausente en la reunión del consejo realizada en Viedma y todo hace predecir que su actitud será la misma con respecto a la reunión prevista por el consejo para el 17 de febrero venidero.

NACIDOS Y CRIADOS – LLEGADOS Y QUEDADOS

Principalmente en los estados patagónicos que integran el exclusivo club de las provincias posteriores a la constitución de la Nación, las que nacieron a la vida político-institucional a fines de los años ’50 se conjugan todavía dos términos recurrentes que apunta a otras tantas especies de categorías de ciudadanos; nacidos y criados y los llegados y quedados.
Con estas palabras se alude a toda una época donde los antiguos territorios nacionales, convertidos en provincias, comenzaron a decepcionar a miles de compatriotas provenientes del norte, fundamentalmente, que se incorporaron al quehacer público y privado, en estos lares donde todo esta por hacerse.
Fue lógico que durante algún tiempo, mientras comenzó a producirse la integración de los nuevos componentes de esas sociedad, la distinción entre los nacidos y criados y los llegados y quedados, pudiera haber tenido alguna razón de ser; hasta para facilitar alguna genérica definición. Pero al correr de los años, aquella distinción perdió sentido y razón de ser, porque los que se sumaron a la sociedad preexistente, formaron familias, tuvieron hijos y nietos, construyeron sus casas y se comprometieron con los valores permanentes que encontraron, dejaron de ser forasteros y se confundieron con nuestro propio sentir y obrar. Son viedmenses como nosotros.
Viedma sufrió todo ese proceso de cambio vertiginoso y quienes se fueron sumando al núcleo de habitantes originarios a partir de 1957, 1958 en adelante, se fueron asimilando, aprendiendo a conocer la historia de esta tierra, sus viejos hechos reivindicativos, sus luchas, sus necesidades de desarrollo económico social, sus grandes hombres y fundiéndose con su identidad.
A esta altura de los acontecimientos, transcurrido más de medio siglo de los momentos liminares de la provincia es imposible hacer distingos entre quienes estaban y quienes después vinieron, porque ser viedmenses, además de acreditarse con el documento de identidad, tiene que tener sustento en el compromiso que cada uno tiene con la ciudad y la región, para no diluirse en la mera formalidad.
Tenemos que comprender entonces que nuestra condición de viedmenses es una condición, no una virtud y que formamos parte de una comunidad de ciudadanos iguales ante la ley, y con los mismos derechos como para que el simple hecho del nacimiento no pueda ser interpretado como una prerrogativa.
Vale la pena una reflexión de este tipo, en tiempos electorales como los que corren, donde por allí el “ser” o no de Viedma, puede llegar a valoraciones que suelen incurrir en una deformación localista o incurrir en una cuestión artificial o lo que es peor, una visión anacrónica de la realidad. (Por Omar Livigni para APP)