“La producción ovina genera cada vez menos ingresos para la meseta chubutense”

Mercedes Ejarque es socióloga y estudia la vinculación entre los problemas ambientales en las tierras secas de Chubut, sobre todo en la meseta, y la actividad ganadera. Su análisis está enfocado en interpretar la mirada de los actores sociales que intervienen en la producción ovina, para lo cual ha realizado, hasta el momento, más de 40 entrevistas a productores, técnicos, funcionarios, trabajadores y contratistas de mano de obra. También ha analizado las condiciones de trabajo de los asalariados en la esquila patagónica. Esos trabajos los ha hecho como integrante de un equipo de investigadores del área de Estudios Rurales del Instituto Gino Germani (UBA).



Ejarque es oriunda de Esquel y vive desde hace más de una década en la ciudad de Buenos Aires. Desde 2008 realiza trabajos de campo en la provincia. “La meseta presenta algunas particularidades, como la baja densidad de la población y, a su vez, hay allí muchas personas que están vinculadas a la actividad ganadera, pero viven en la zona cordillerana o en el Valle Inferior del Río Chubut (VIRCH). Por tanto, las entrevistas fueron hechas en distintos sitios de la provincia”, relata a El Diario.

 “El objetivo de la investigación -cuenta- era analizar la desertificación, principalmente cómo ese proceso era interpretado por los distintos actores sociales que intervienen en la actividad ganadera. El trabajo fue complicado, porque cuando le preguntaba a las personas sobre la desertificación respondían cuestiones que no encuadraban con las definiciones consensuadas en el ámbito científico o las establecidas por organismos nacionales o internacionales. Replanteé, por tanto, el tema de la investigación. A veces el proceso de desertificación, tal como es definido en términos científicos o en algunas investigaciones, no es conocido de igual forma por los actores sociales que habitan o trabajan en un territorio que, en el caso de la meseta, se considera que está desertificado.”

 P: -¿A qué se debe?

M.E.: -Tiene que ver con las formas de producción y de distribución del pensamiento científico y, además, se vincula a que, como la idea de la desertificación suele estar asociada a un mal manejo de la ganadería, es difícil que los productores reconozcan y asuman que ellos también tienen responsabilidad en el proceso de deterioro de los suelos. También se relaciona con las políticas públicas implementadas para difundir el proceso de desertificación, como así también para su mitigación. Se vincula, además, a una serie de cuestiones estructurales de la ganadería ovina, como la problemática de la distribución de la tierra, las condiciones de la propiedad de tierra y las posibilidades de acceder a financiamiento para la incorporación de nuevas tecnologías. Es una situación compleja. Son muchos los factores que intervienen.

 -¿Se han incorporado nuevas técnicas?

-Las prácticas de producción son heterogéneas. No se trata de una ganadería ovina extensiva y tradicional como se la podría pensar en términos históricos, pero tampoco se desarrolla de manera masiva una ganadería intensiva, lo cual implicaría otras formas de producción y de trabajo. Hay productores que aplican técnicas complejas, como las vinculadas a las formas de reproducción de animales, pero al mismo tiempo desarrollan formas extensivas de manejo del campo. Hay otras maneras más incipientes de manejo que se implementan en el terreno y buscan conservar de manera sostenible los suelos.

 -Hay estudios que advierten sobre la pérdida de cabezas de ganado. ¿Se percibe en los diálogos con los actores?

-Sí, es una tendencia que se registra desde hace cuatro décadas en la provincia. Hasta mediados del siglo XX la tendencia era creciente, pero luego el deterioro ha sido notable. Si bien en los últimos años hubo una leve recuperación, a principios del 2000, esa tendencia creciente no se logró mantener por la sequía y, posteriormente, por la caída de ceniza volcánica, además de algunas cuestiones productivas. Las temporadas de esquila son más cortas y en la época de zafra suele haber periodos de descanso. Eso último no existía hace treinta años. La realidad es que no hay tanto trabajo. Se esquilan menos cabezas de ganado, lo cual también repercute -por la forma de pago- en los ingresos de los trabajadores.

 -¿Hay cambios con relación a la búsqueda de trabajadores?

-A partir de algunos cambios introducidos en la forma de producir, se perciben también algunas modificaciones con relación a la incorporación de trabajadores que se requieren para la actividad. En algunas tareas se necesita de trabajadores más especializados, que posean ciertas habilidades o saberes puntuales para la labor.

 -¿En qué tareas?

-Hoy en día es más frecuente la práctica de inseminación, la cual puede ser hecha por un veterinario o por un especialista que no necesariamente tiene que tener un título profesional. El acondicionador o clasificador de lana es un puesto que en algunas oportunidades está incorporado en la comparsa de esquila, o bien es contratado por el productor.

 -¿Se registra un movimiento migratorio? ¿Qué rol ocupa la desertificación?

-La producción ovina genera menos ingresos, hay menos animales y, por tanto, menos trabajo, y es debido a esos ingresos reducidos y a que ya no se puede vivir solo del campo, que muchos se van, sobre todo los de menores recursos y los más jóvenes, según lo que he podido reconstruir de las entrevistas. El argumento en los entrevistados no es que por la desertificación las personas migran. El motivo radica en la pérdida de ingresos en la actividad, que puede explicarse en cierta medida por las consecuencias de la desertificación, pero que también incluye otras cuestiones, como la caída del valor de la lana, la dificultad para determinados productores de contar con mano de obra y, por otro lado, para comercializar los productos. Hay incluso otros argumentos que explican, para algunos entrevistados, la crisis de la ganadería ovina, como la especialización en un único producto (la lana), la incapacidad para establecer el precio localmente o la desigualdad en la distribución de la tierra. La desertificación ocupa un rol importante, pero la forma en que los entrevistados relacionan a ese proceso con la migración no es tan lineal o unívoca.

 -¿Los actores ponen énfasis en las dificultades económicas?

-Por un lado hay personas que han migrado. Quienes se quedan en los campos hablan de las dificultades para sostener económicamente a una familia. Por esa razón en algunos casos los hijos más jóvenes de un grupo familiar migran hacia las ciudades u otros campos que le pueden brindar una mejor calidad de vida. No siempre migran a las ciudades. En los últimos años se observa una migración hacia otros trabajos rurales de Santa Cruz.

 -¿Por qué?

-Como la población allí es menor, todavía en los campos de Santa Cruz se contratan peones y trabajadores de forma temporaria. Hay en la meseta chubutense muchos jóvenes que quieren trabajar en el campo, porque es la labor que más conocen.

 -¿Se observan cambios con relación a la precariedad laboral?

-En el equipo de investigación se aborda esa problemática en distintas regiones de la Argentina. En Chubut se ha observado que en los últimos años hay menor precariedad en el trabajo desarrollado en la esquila, sobre todo en el traslado, las formas de pago y el registro. En ese sentido, la difusión del programa nacional PROLANA ha tenido un rol importante porque ha provocado que las comparsas de esquila estén registradas, y que por tanto los trabajadores cuenten con cierto nivel de formalidad. No obstante, ciertas condiciones de vida son precarias. Se registra que varios campos no están preparados para recibir a una determinada cantidad de personas durante algunos días al año, porque no tienen buenas condiciones sanitarias y de alojamiento, y tampoco cuentan con buen espacio para comer. Hay trabajadores que no reciben ciertos derechos que están reglamentados en las leyes laborales de trabajo agrario, por ejemplo los implementos de seguridad (ropa, zapatos) o los beneficios de la seguridad social. En fin, más allá de algunos cambios, todavía hay problemas que se deberían solucionar. No es lógico que una persona esté 4 o 6 meses durmiendo en el piso, como a veces ocurre con los esquiladores.

 -¿Hay sitios en los que falta ayuda estatal?

-Hay algunos lugares de la meseta donde se ha concentrado la asistencia por parte del Estado, pero hay otros a los que esa ayuda ha llegado de forma esporádica. Se percibe en las entrevistas.

 -En una entrevista señaló que las políticas implementadas en la meseta suelen estar enfocadas más en el corto plazo que en el largo. ¿En qué sentido?


-Lo que marcaba es que las políticas de emergencia que se implementan, las cuales no dudo que sean importantes, no suelen articularse con las políticas de largo plazo, es decir, con las que se deben desarrollar para tratar problemáticas complejas como la desertificación. La sequía es un proceso recurrente que puede existir y suceder, pero la desertificación es un problema de larga data. Las políticas implementadas en la provincia para abordar la sequía y la desertificación no se articulan de forma adecuada, porque pareciera que ambas problemáticas son abordadas como dos procesos independientes. (Fuente: Diario de Madryn).











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