Ejarque es oriunda de Esquel y vive desde hace más de una
década en la ciudad de Buenos Aires. Desde 2008 realiza trabajos de campo en la
provincia. “La meseta presenta algunas particularidades, como la baja densidad
de la población y, a su vez, hay allí muchas personas que están vinculadas a la
actividad ganadera, pero viven en la zona cordillerana o en el Valle Inferior
del Río Chubut (VIRCH). Por tanto, las entrevistas fueron hechas en distintos
sitios de la provincia”, relata a El Diario.
“El objetivo de la
investigación -cuenta- era analizar la desertificación, principalmente cómo ese
proceso era interpretado por los distintos actores sociales que intervienen en
la actividad ganadera. El trabajo fue complicado, porque cuando le preguntaba a
las personas sobre la desertificación respondían cuestiones que no encuadraban
con las definiciones consensuadas en el ámbito científico o las establecidas
por organismos nacionales o internacionales. Replanteé, por tanto, el tema de
la investigación. A veces el proceso de desertificación, tal como es definido
en términos científicos o en algunas investigaciones, no es conocido de igual
forma por los actores sociales que habitan o trabajan en un territorio que, en
el caso de la meseta, se considera que está desertificado.”
P: -¿A qué se debe?
M.E.: -Tiene que ver con las formas de producción y de
distribución del pensamiento científico y, además, se vincula a que, como la
idea de la desertificación suele estar asociada a un mal manejo de la
ganadería, es difícil que los productores reconozcan y asuman que ellos también
tienen responsabilidad en el proceso de deterioro de los suelos. También se
relaciona con las políticas públicas implementadas para difundir el proceso de
desertificación, como así también para su mitigación. Se vincula, además, a una
serie de cuestiones estructurales de la ganadería ovina, como la problemática
de la distribución de la tierra, las condiciones de la propiedad de tierra y
las posibilidades de acceder a financiamiento para la incorporación de nuevas
tecnologías. Es una situación compleja. Son muchos los factores que
intervienen.
-¿Se han incorporado
nuevas técnicas?
-Las prácticas de producción son heterogéneas. No se trata
de una ganadería ovina extensiva y tradicional como se la podría pensar en
términos históricos, pero tampoco se desarrolla de manera masiva una ganadería
intensiva, lo cual implicaría otras formas de producción y de trabajo. Hay
productores que aplican técnicas complejas, como las vinculadas a las formas de
reproducción de animales, pero al mismo tiempo desarrollan formas extensivas de
manejo del campo. Hay otras maneras más incipientes de manejo que se
implementan en el terreno y buscan conservar de manera sostenible los suelos.
-Hay estudios que
advierten sobre la pérdida de cabezas de ganado. ¿Se percibe en los diálogos
con los actores?
-Sí, es una tendencia que se registra desde hace cuatro
décadas en la provincia. Hasta mediados del siglo XX la tendencia era
creciente, pero luego el deterioro ha sido notable. Si bien en los últimos años
hubo una leve recuperación, a principios del 2000, esa tendencia creciente no
se logró mantener por la sequía y, posteriormente, por la caída de ceniza
volcánica, además de algunas cuestiones productivas. Las temporadas de esquila
son más cortas y en la época de zafra suele haber periodos de descanso. Eso
último no existía hace treinta años. La realidad es que no hay tanto trabajo.
Se esquilan menos cabezas de ganado, lo cual también repercute -por la forma de
pago- en los ingresos de los trabajadores.
-¿Hay cambios con
relación a la búsqueda de trabajadores?
-A partir de algunos cambios introducidos en la forma de
producir, se perciben también algunas modificaciones con relación a la
incorporación de trabajadores que se requieren para la actividad. En algunas
tareas se necesita de trabajadores más especializados, que posean ciertas
habilidades o saberes puntuales para la labor.
-¿En qué tareas?
-Hoy en día es más frecuente la práctica de inseminación, la
cual puede ser hecha por un veterinario o por un especialista que no
necesariamente tiene que tener un título profesional. El acondicionador o
clasificador de lana es un puesto que en algunas oportunidades está incorporado
en la comparsa de esquila, o bien es contratado por el productor.
-¿Se registra un
movimiento migratorio? ¿Qué rol ocupa la desertificación?
-La producción ovina genera menos ingresos, hay menos
animales y, por tanto, menos trabajo, y es debido a esos ingresos reducidos y a
que ya no se puede vivir solo del campo, que muchos se van, sobre todo los de
menores recursos y los más jóvenes, según lo que he podido reconstruir de las
entrevistas. El argumento en los entrevistados no es que por la desertificación
las personas migran. El motivo radica en la pérdida de ingresos en la
actividad, que puede explicarse en cierta medida por las consecuencias de la
desertificación, pero que también incluye otras cuestiones, como la caída del
valor de la lana, la dificultad para determinados productores de contar con
mano de obra y, por otro lado, para comercializar los productos. Hay incluso
otros argumentos que explican, para algunos entrevistados, la crisis de la
ganadería ovina, como la especialización en un único producto (la lana), la
incapacidad para establecer el precio localmente o la desigualdad en la
distribución de la tierra. La desertificación ocupa un rol importante, pero la
forma en que los entrevistados relacionan a ese proceso con la migración no es
tan lineal o unívoca.
-¿Los actores ponen
énfasis en las dificultades económicas?
-Por un lado hay personas que han migrado. Quienes se quedan
en los campos hablan de las dificultades para sostener económicamente a una
familia. Por esa razón en algunos casos los hijos más jóvenes de un grupo
familiar migran hacia las ciudades u otros campos que le pueden brindar una
mejor calidad de vida. No siempre migran a las ciudades. En los últimos años se
observa una migración hacia otros trabajos rurales de Santa Cruz.
-¿Por qué?
-Como la población allí es menor, todavía en los campos de
Santa Cruz se contratan peones y trabajadores de forma temporaria. Hay en la
meseta chubutense muchos jóvenes que quieren trabajar en el campo, porque es la
labor que más conocen.
-¿Se observan cambios
con relación a la precariedad laboral?
-En el equipo de investigación se aborda esa problemática en
distintas regiones de la Argentina. En Chubut se ha observado que en los
últimos años hay menor precariedad en el trabajo desarrollado en la esquila,
sobre todo en el traslado, las formas de pago y el registro. En ese sentido, la
difusión del programa nacional PROLANA ha tenido un rol importante porque ha
provocado que las comparsas de esquila estén registradas, y que por tanto los
trabajadores cuenten con cierto nivel de formalidad. No obstante, ciertas
condiciones de vida son precarias. Se registra que varios campos no están
preparados para recibir a una determinada cantidad de personas durante algunos
días al año, porque no tienen buenas condiciones sanitarias y de alojamiento, y
tampoco cuentan con buen espacio para comer. Hay trabajadores que no reciben
ciertos derechos que están reglamentados en las leyes laborales de trabajo
agrario, por ejemplo los implementos de seguridad (ropa, zapatos) o los
beneficios de la seguridad social. En fin, más allá de algunos cambios, todavía
hay problemas que se deberían solucionar. No es lógico que una persona esté 4 o
6 meses durmiendo en el piso, como a veces ocurre con los esquiladores.
-¿Hay sitios en los
que falta ayuda estatal?
-Hay algunos lugares de la meseta donde se ha concentrado la
asistencia por parte del Estado, pero hay otros a los que esa ayuda ha llegado
de forma esporádica. Se percibe en las entrevistas.
-En una entrevista
señaló que las políticas implementadas en la meseta suelen estar enfocadas más
en el corto plazo que en el largo. ¿En qué sentido?
-Lo que marcaba es que las políticas de emergencia que se
implementan, las cuales no dudo que sean importantes, no suelen articularse con
las políticas de largo plazo, es decir, con las que se deben desarrollar para
tratar problemáticas complejas como la desertificación. La sequía es un proceso
recurrente que puede existir y suceder, pero la desertificación es un problema
de larga data. Las políticas implementadas en la provincia para abordar la
sequía y la desertificación no se articulan de forma adecuada, porque pareciera
que ambas problemáticas son abordadas como dos procesos independientes.
(Fuente: Diario de Madryn).
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