El bálsamo reparador de los últimos once años no alcanza aun a los cuarenta
millones de argentinos. La desigualdad de oportunidades persiste producto del
sistema capitalista concentrado en pocos sectores de la sociedad. Estos aun
monopolizan la producción agropecuaria, parte del comercio exterior, la
industria, la comercialización a gran escala y el movimiento financiero.
Y obviamente El Bolsón no está ajeno a estos
condicionamientos, con más los agravantes propios de un pueblo que no termina
de generar actividades económicas que contengan la demanda laboral de manera
sistemática. Es en este sentido que pretender que cientos de familias puedan
acceder a un lote, necesidad elemental para luego encarar la construcción de
una vivienda, con valores que exceden largamente sus posibilidades con
financiamientos abusivos y selectivos, es por lo menos irracional. A estos
pesares se deben agregar las gestiones fallidas ante el IPPV que en los últimos quince años logró resolver
apenas el 10% de la demanda habitacional en nuestra localidad, mientras que
otras localidades fueron beneficiarias de miles de viviendas.
Hoy nuestro pueblo vive una situación compleja. Lo que ha
surgido como una posibilidad en el horizonte es urbanizar la denominada “Loma
del Medio”. Desde algunos sectores se rechaza esa posibilidad aunque no por
ello se desconozca el reclamo de quienes pretenden acceder al legítimo derecho
del acceso a la tierra urbana. El rechazo lo plantea la misma Carta Orgánica
que impide la urbanización en dicho lugar y que solamente se podría
sortear a través de un llamado a
plebiscito consultando al pueblo acerca de la modificación de un artículo de
dicha Carta Orgánica que por ahora prohíbe la urbanización. Otra objeción de
importancia lo plantea el sentido que tuvo la necesidad de resguardar ese
sector declarándolo Reserva Forestal con un claro destino de protección
ambiental, recreativa y paisajística. Lamentablemente es lo que se nos ofrece y
obviamente nos genera contradicciones muy claras: avanzar sobre tierras
ecológicamente sensibles o dejar una vez más sin oportunidades a quienes
legítimamente reclaman soluciones al Estado, que el mercado no puede darles.
Una primera conclusión nos lleva necesariamente a una mirada
multidimensional para sortear esta contradicción. Seguramente no hay una sola
respuesta en un mismo tiempo, en un mismo lugar y con instrumentos de
resolución similares. Nos referimos a la necesidad y conveniencia de revisar
las alternativas posibles: a) quizás por volumen y racionalidad debamos poner
en primer lugar de prioridades a las tierras que ocupa Gendarmería Nacional en
pleno ejido urbano con un aprovechamiento mínimo. Continuar con gestiones ante
la máxima autoridad nacional es un imperativo ético insoslayable; b) también se
registran extensiones de tierras baldías privadas de entendimiento incomprensible si no se supusiesen como
especulativas. Está en manos de la Municipalidad (Ejecutivo y Deliberante)
proveer a una legislación que desestimule la tenencia de tierra baldía en áreas
urbanas a través de incrementos tributarios sustanciales a superficies
importantes que obstruyen la densificación poblacional, c) está también en
manos de la Municipalidad establecer un régimen de expropiaciones que abarque
extensiones con determinada superficie que resulten aptas para urbanizar y que
se encuentran actualmente dentro del casco urbano propiamente dicho. Y
seguramente haya otras propuestas destinadas a tratar un tema de complicada
resolución. No ayudará para nada
imaginar soluciones mágicas. El consenso es esencial. Aventar las
vanidades y las especulaciones electoralistas ha de ser un primer y sincero
acuerdo entre los que se interesen por una problemática cuya planificación y
finalmente su solución viene siendo largamente postergada. Se necesita también
llegar a un acabado entendimiento acerca de que el crecimiento no es infinito.
Creer que una comunidad establecida debe procurar el asentamiento de todos los
que quieran afincarse en nuestro pueblo sin una planificación que lo
prevea, es imposible. Si así fuera la destrucción del ecosistema sobre
el cual vivimos será garantía de una peor calidad de vida para la gran mayoría
de nuestros vecinos. Sería conveniente
dentro de la responsabilidad del Estado Municipal, crear dentro del
organigrama, una estructura funcional única para determinar el estado de
demanda habitacional, investigar alternativas de urbanización, planificar la
infraestructura de servicios y proponer dentro de los criterios de la división
de poderes municipales, los modos de enajenación de la tierra fiscal municipal.
Néstor Capano
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