Miguel Lucero, el último chichero de la Comarca Andina






Desde la llegada de los pioneros chilenos –a fines del siglo 19-, la chicha elaborada durante el otoño con el jugo de las manzanas exprimidas fue la bebida más popular en la región cordillerana. Una tradición que se mantuvo durante décadas, hasta la aparición en los comercios de otras bebidas, como el vino, la cerveza y las gaseosas, que cambiaron los hábitos de los lugareños.

Era habitual que en cada casa campesina, generalmente debajo los manzanos, hubiese instalada una máquina “chichera” para rallar la fruta (equipada con un motor a explosion y sus correspondientes poleas), junto a la prensa artesanal construida con un criquet y una larga vara para dar presión y extraer hasta “la lagrimilla”, el mayor tesoro cristalino y dorado al finalizar la tarea.

Conforme su origen trasandino, aquellos colonos guardaban especialmente una bordalesa de su mejor chicha para el 18 de septiembre con la premisa de festejar sus fiestas patrias y agasajar a los invitados.
En el paraje rural Mallín Ahogado aún se celebra anualmente la Fiesta Regional de la Chicha, donde se evoca la costumbre campesina y se suman otras actividades, como el concurso de hacheros y motosierristas, se concentran los pocos carros de bueyes que quedan y se corren carreras cuadreras a la vieja usanza. Todo termina con los cantores populares y un baile animado con acordeón y guitarra.


En la chacra paterna a la entrada del barrio Luján, en la zona norte de El Bolsón, Miguel Lucero prepara desde temprano su jornada de trabajo: vecinos de toda la Comarca Andina van trayendo sus bolsas de manzanas con la idea de transformarlas en jugo natural. El aroma delicioso y penetrante de los frutos invade el galpón e invita a sumarse a cada etapa del proceso, mientras comienza un verdadero viaje por el tiempo, volviendo quizás cien años en la historia.

Pronto, la ralladora se pone en marcha y todo comienza: “Esta es una de las pocas máquinas tradicionales que van quedando. Lamentablemente, es una actividad que se va perdiendo en el tiempo, aunque en mi familia quedan mis hijos, quienes seguramente la van a continuar. Lo mismo mi esposa, quien también es chichera”, explicó el productor.

Desde su óptica, “es algo cultural, antes se tomaba mucha chicha pero los cambios generacionales han motivado otros hábitos. La mayoría de la gente que trae sus manzanas es para hacer jugo, son muy pocos quienes dejan fermentar esta bebida para que tome graduación alcoholica”.

Agregó que “tranquilamente, la chicha se puede guardar de un año para otro. Antes, en Mallín Ahogado por ejemplo, en la mayoría de las chacras había una maquinita a manija para moler sus propias manzanas, pero ya no se ve”.

En coincidencia, valoró que “justamente ayer, una señora me dijo que hacía un trabajo comunitario ya que no hay otro lugar dónde llevar las manzanas”, al tiempo que señaló que “en toda la región hay miles de kilos de fruta que cada año se pierden porque nadie las procesa”.






Tradición

Acerca de sus instalaciones, graficó que “es una tarea que se sostiene apenas durante un par de meses en el otoño, cuando las manzanas están maduras. No he querido poner piso de cemento, por ejemplo, porque los mismos vecinos me piden que conserve todo así y mantenga la tradición. Acá no hay nada hidráulico, es todo manual y solo se necesita hacer fuerza. Entre dos personas, llenar un barril de 200 litros nos demanda una hora”.

Remarcó que “con una bolsa de manzanas salen unos 10 litros de jugo, la gente trae sus bidones y se los lleva llenos a cambio de un pequeño porcentaje. No hay una fruta especial, a veces las manzanas más chiquitas son las mejores. Aparte, se llevan el orujo para alimentar a sus chanchos, gallinas, ovejas o vacas, se aprovecha todo”.

Por último, Miguel Lucero pidió “redescubrir todo el ciclo virtuoso de la manzana, que tiene que ver con nuestra cultura y tradiciones. En mi caso, me entusiasmé viendo desde niño a los pobladores de Mallín Ahogado, incluso copié un modelo de máquina que armé en mi casa. Lo más difícil es fabricar el rodillo con clavos, ya que no debe moler muy fino”.


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