En parapente y por río, unieron Bariloche con Los Altares en una aventura única


En un viaje de 9 días, Pablo Pontoriero y Dante Alegría volaron por los cielos patagónicos, caminaron por cerros y estepa y remaron por el río Chubut.
Tiempo atrás, Pablo Pontoriero y Dante Alegría comenzaron a pensar en una aventura diferente, un viaje en el que pudieran combinar distintas actividades deportivas, pero en la que el protagonista principal sea el parapente. El destino, simplemente era llegar lo más lejos que pudieran con los días que contaban.

Así, emprendieron viaje un 3 de diciembre, día en el que volaron más de 100 kilómetros por los cielos patagónicos. “Teníamos la idea de intentar este combo de volar y remar, porque volar y caminar o volar y esquiar ya lo habíamos hecho muchas veces”, contó Pablo en diálogo con ANB.

Para eso, comenzaron a practicar mucho antes. “Nuestra idea era salir volando de Bariloche y en algún momento nos hubiera gustado llegar al mar, pero al menos, nos propusimos llegar lo más lejos posible”, relató.

“Estudiamos cómo era la cuestión en el río Chubut, la época, todo decantó en diciembre porque el río viene con agua”, señaló y en base a esto, esperaron que las condiciones climáticas fueran las indicadas para armar el itinerario.

El domingo 3 de diciembre, en medio de un excelente día de primavera, Pablo y Dante despegaron desde el cerro Otto con sus parapentes y un equipo de unos 25 kilos, que incluía unos packraft, botes livianos que permitirían seguir la aventura por el río Chubut.

El objetivo era llegar lo más lejos posible, para lo cual, se prepararon con comida y equipamiento como para viajar una semana de manera autónoma. Luego de esto, los encontrarían en un punto determinado sus compañeras, para brindar apoyo logístico y respaldarlos el resto del camino con vehículos.

“Elegimos un día bueno para salir de Bariloche, es la zona que conocemos y ya sabíamos que podíamos hacer 100 kilómetors o más, y así, avanzar y llegar a la zona del río Chubut”, explicó Pablo.

Ese domingo volaron 113 kilómetros hasta El Maitén. Luego, “caminamos un poco y dormimos. Al otro día subimos a la cumbre del cordón Maitén y encontramos un lugar para despegar”, recordó y añadió que “había cóndores volando que marcaban que el día estaba bueno. Salimos a volar con la intención e ir lo más lejos posible ese día también”.


Esta vez, las expectativas no eran las mejores pero para la sorpresa de ambos, lograron volar más de 100 kilómetros nuevamente y llegaron a Piedra Parada. Este lugar, paraíso de los escaladores, era conocido por ambos ya que también practican este deporte.

Desde aquí, el objetivo sería buscar algún cerro para despegar y seguir el vuelo en parapente, pero las condiciones climáticas no eran las adecuadas para volar, por lo que decidieron, incursionar en el agua.

Con los packraft, estos pequeños botes cuyo peso no supera los 2 kilos, navegaron unos kilómetros hasta Paso del Sapo, un pequeño pueblito en el que aprovecharon a hacer algunas compras.

“Los siguientes días teníamos previsión de vuelo, hicimos el intento, subimos a un cerro y no nos salió bien la elección de lugar, terminamos volando muy poquito y hacía mucho calor para seguir caminando por la estepa”, detalló.


Desde ese día, el resto de la expedición fue por río, ya que no se dieron las condiciones necesarias para volar. En el medio, hasta llovió y esto también cambió el paisaje. “En dos momentos tuvimos que salir del río y refugiarnos debajo de unos sauces por las tormentas. Llovió mucho y los ríos bajaron muy cargados, y de pronto, nos encontramos un río marrón”, añadió.

Siete días después de haber salido desde el cerro Otto en Bariloche, se encontraron con sus respectivas parejas que los esperarían en un puente, pero el viaje continuaría un par de días más. Las mujeres acompañaban por tierra en vehículo con las provisiones necesarias y ellos continuaron por río.

“Navegamos un promedio de 40/50 kilómetros por día”, explicó el parapentista que además, es un reconocido guía de alta montaña al igual que su compañero de expedición.

Finalmente, en Los Altares, fue el fin de un viaje de 9 días que combinó agua, aire y tierra, "casi todos los elementos", como señaló Pablo. En línea recta, recorrieron 445 kilómetros, aunque asegura que debido a las vueltas del camino y del río, fueron muchas más.


Como resultado, quedaron la satisfacción de concretar un nuevo desafío, la felicidad de haberlo logrado sanos y salvos, la experiencia de combinar el agua que no es el medio que más utilizan y especialmente, las ganas de seguir con nuevos objetivos.

Además, también disfrutaron la posibilidad de conocer los lugares desde otra perspectiva, los paisajes que bordean al río Chubut, las montañas de la vecina provincia vistas desde arriba, las grandes extensiones de estepa que atravesaron.

“Tal vez nos gustaría repetir lo mismo e intentar llegar más lejos, luego de esta experiencia pudimos ver algunas cosas a mejorar en el equipo especialmente. Y para la próxima, será ver si podemos llegar al mar”, concluyó. (ANB)





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