Ni el mas febril de los rionegrinos, ni los dotados de la mas fértil imaginación, ni los mas agudos analistas pudieron nunca anticipar que a escasos siete meses de gestión el ámbito interno del triunfante Frente para la Victoria que ganó las elecciones de septiembre de 2011, se podría hoy ver conmocionado por la tensa situación política planteada entre el gobernador Alberto Weretilneck del Frente Grande y el senador Miguel Pichetto, titular del PJ, que con la velocidad de una corriente eléctrica ha sacudido hasta los últimos intersticios de ambas estructuras partidarias. Por Omar Nelson Livigni.
Las resonancias de esta polémica caracterizada por discrepancias conceptuales en materia de políticas públicas, y las disputas por espacios de poder real en la conducción del estado, así como acciones y lineamientos que pueden determinar un nuevo esquema de relación de fuerzas hacia el futuro inmediato y las instancias que apuntan a las elecciones del 2013 y 2015, emergieron con mucha fuerza en la actualidad provincial y hacia ese foco giran todas las miradas, con especial preocupación.
La repentina aparición en el escenario de estas cuestiones –ahora con meridiana claridad en cuanto a su diagnóstico- también presentan a la vez, un conjunto de serios interrogantes sobre la manera menos indolora de superar esta coyuntura de muy difícil pronóstico, planteada entre aliados cuya convivencia primero fue armónica, inmediatamente después complicada y últimamente crítica y al borde de la ruptura.
El nacimiento de un gobierno débil
El hilo conductor de estos desencuentros no es nuevo. Comenzaron a plantearse desde el mismo momento en que se produjo el fallecimiento del ex gobernador Carlos Soria, en aquella fatídica jornada del 1º de enero, configurando una casualidad histórica que puso a prueba la viabilidad del proyecto político al que la ciudadanía le otorgó el 54% de los votos.
Desaparecido su inspirador y factor aglutinante, el inmenso vacío político producido por ese hecho no se pudo colmar –como hoy lo muestra la experiencia- con la asunción en la primera magistratura de Alberto Weretilneck: la ausencia de aquella autoridad que se imponía por su sola presencia definió un gobierno débil, más allá de la buena voluntad de sus protagonistas.
Con un peso específico acotado por estas circunstancias, Weretilneck debió luchar con una crisis de las finanzas públicas en estado terminal, afrontar un olímpico endeudamiento y también las inmensas expectativas de la opinión pública, cuyas exigencias siempre sobrepasan recursos y posibilidades.
A partir de allí, en aquellos momentos liminares, sin un “primus interpares” como punto de referencia indiscutible, desechado el llamado a elecciones en el plazo de 90 días para dirimir nuevo gobernador y vice, la gestión del socio minoritario del FpV navegó por las procelosas aguas habitadas por justicialistas provenientes de distintas parcelas, y que además viven la nueva etapa como una contradicción fundamental entre sus aspiraciones militantes y la realidad.
¿Cómo puede ser –se preguntan unos y otros todavía- que después de 30 años de conocer los caminos de la oposición y haber triunfado por fin en las elecciones, alguien que no pertenece al justicialismo y proveniente de un partido minoritario se halla quedado con el premio mayor?
Tal ves ese interrogante de factura tan primaria fue el común denominador que generó un clima de desconfianza en los distintos niveles del gobierno de Alberto Weretilneck.
Si se evocan hoy aquellas declaraciones que aparecieron como superlativamente inoportunas del vice gobernador Carlos Peralta, en cuanto a sugerir públicamente que todas las medidas importantes deberían ser sometidas a consulta, intentando poner límites a la autonomía del gobernador, fueron una nítida muestra de que el problema de la sucesión de Soria no había sido metabolizado correctamente, y que los recelos recíprocos eran los disvalores que signaban la permanencia y la pertenencia al mismo gobierno, compartido por tirios y troyanos.
Estos y otros desencuentros, que en un principio hicieron tambalear la vertical de la administración Weretilneck, se siguieron reiterando, sin erupciones públicas, aunque con vida latente en las profundidades del gabinete de ministros, el la complicada burocracia, en el elenco de intendentes y el numeroso bloque de legisladores del FpV.
La construcción cotidiana del poder
Mientras tanto y al discurrir del calendario, Weretilneck fue avanzando en la consolidación de su figura como titular del Poder Ejecutivo. Mediante un activo plan de visitas se hizo conocer y tuvo presencia reiterada en pueblos y ciudades sumando voluntades, y estableciendo vínculos con distintos sectores sociales, entidades intermedias, organizaciones gremiales, etc.
Simultáneamente promovió el acercamiento con legisladores, no sólo del Frente Grande sino también de justicialistas, a cuyos conyugues –por los menos a algunos de ellos- benefició con designaciones importantes, en un marco cordial, de trato deferente y hasta de especial consideración.
El abanico de relaciones de Weretilneck también alcanzó al sector de la UCR que orienta Bautista Mendioroz y a su antiguo allegado en otras lides, Daniel Sartor, a quien la mas alta dirigencia justicialista anatemiza con todos los calificativos disponibles. También lo acusan de incidir negativamente en la marcha de la administración.
Si bien así como al gobierno de Weretilneck se adjudican aciertos para exhibir, esos mismos logros caen bajo la crítica del justicialismo con un tono mas subido y admonitorio que el de la misma oposición.
Por ejemplo los aportes a la fruticultura del orden de los 85 millones de pesos, o el reconocimiento de la zona desfavorable a los agentes públicas, sin consultar con sus socios mayoritarios que habitualmente son los encargados de obtener esos fondos nacionales, actitudes que comenzaron a generar aprehensiones y sospechas.
¿Cómo se puede entender la contradicción –afirman Pichetto y demás integrantes del Concejo Justicialista- que un gobernador que habitualmente tiene que mendigar fondos en Buenos Aires cada fin de mes, sea tan pródigo con los recursos oficiales en esta época de rigurosa contención del gasto público?
¿Un nuevo proyecto político a la vista?
Dejando de lado todo eufemismo y designando a las cosas por su nombre, la nomenclatura justicialista ha creído detectar en los distintos movimientos que realiza Weretilneck, -algunos mas perceptibles que otros- toda una estrategia para avanzar en la consolidación de su poder en la estructura del Estado y una forma de replicar esa energía hacia la sociedad. Se interpreta así que el gobierno provincial en forma paralela a las actividades rutinarias de la gestión habría puesto en marcha un proceso de cooptación de dirigentes justicialistas –hay casos de intendentes y comisionados designados en puestos honoríficos en empresas del estado- que desligados de su matriz original, se sumarían a sectores del radicalismo, algunas representaciones sindicales y agrupaciones sociales, para configurar un movimiento político alternativo.
En términos explicativos la aspiración consistiría en llevar a cabo un proyecto similar al motorizado por el Gral. Vicente Requeijo entre los años 1969 – 1972, que culminó con la creación del Partido Provincial Rionegrino (PPR), conglomerado de desarrollistas, radicales, peronistas, vecinalistas e independientes que relegó a la UCR al tercer puesto en 1973, obteniendo una fuerte representación parlamentaria.
Todo este silencioso proceso posibilitó el cumplimiento del conocido de la tercera ley de Newton que dice: “…cuando un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, la acción de este último ejerce una fuerza en sentido contrario, pero de mayor intensidad, que es la reacción”.
La referencia indicativa es que en la política como en la física también existen las respuestas, y que la reacción justicialista se muestra en la movilización que se viene registrando cuyas expresiones mas visibles son los cuestionamientos a la administración Weretilneck y sus reiterados reclamos de diálogo y mayor participación en las grandes decisiones.
La división de aguas en el FpV
El senador Miguel Pichetto fue explícito y contundente al sostener recientemente que “que si el justicialismo no es respetado ni valorado por el gobierno, tiene el derecho a no ser parte”, agregando “que si el gobernador cree que puede construir otro proyecto sin nosotros está en todo su derecho de hacerlo y decirlo públicamente”.
Respeco a si el justicialismo podría abandonar la coalición con el Frente Grande y girar hacia la oposición, no negó esa posibilidad pero aclaró “que está fuera de nuestros cálculos, no la queremos, no la buscamos y tampoco es de nuestra responsabilidad”.
Ante la presión de los propios acontecimientos, donde se aprecian posiciones irreductibles, se vislumbra una ola de definiciones en cuanto a quienes están de un lado y quienes se ubican del otro, divisoria de aguas que nadie esperaba que llegara con tanto adelanto en el calendario y a tanta velocidad.
La inmensa mayoría de los jefes comunales manifestaron su alineamiento detrás de la conducción provincial del PJ, y se espera en los próximos días actitudes similares de las unidades básicas del interior, mientras en el bloque de legisladores –no hubo fractura y si un recuento globular- se repartieron las voluntades por partes prácticamente iguales sobre el total de 25 escaños justicialistas.
Los optimistas racionales y aquellos que lo son por obligación, sostienen que la sangre no llegará al río y que surgirá alguna vía de negociación para evitar un cisma irreparable. No faltan quienes, de uno y otro lado, hablen de llamar a elecciones anticipadas en 90 días, planteando la hipótesis en algunos casos de que el gobernador Weretilneck, convertido en candidato podría concurrir por afuera del Frente para la Victoria, con el Frente Grande y sus eventuales aliados.
Un dato inquietante está ligado a versiones de que en la Casa Rosada los llamados telefónicos del ejecutivo rionegrino no tienen respuesta.
Tampoco falta quienes mencionan inminentes gestiones reservadas de asesores del gobierno nacional, quienes impondrían un acuerdo político condicionando la ayuda financiera a la provincia, argumentando que otro comicio sería un despropósito.
Por otra parte habría algunas certezas de que en la semana venidera el ministro de la Producción Juan Manuel Pichetto, elevaría su renuncia al cargo, actitud que tiene toda una significación política considerando el profundo distanciamiento entre el gobernador Weretilneck, y su padre el senador Miguel Pichetto.
Así mismo se aseguró de fuente indiscutibles, que el conflicto de poderes entre el gobierno y el justicialismo figura en las principales agendas nacionales, y la presidente Cristina Fernández de Kirchner, a ordenado un monitoreo e informes diarios sobre el acontecer político rionegrino.
En definitiva, como dijo el senador Pichetto: “se trata de una situación planteada que está abierta, y el resultado directamente vinculado al rol que juguemos los principales actores, con toda la responsabilidad política que se requiera”.
Mientras corre tiempo de descuento, por que esta coyuntura no se puede prolongar indefinidamente, ambos polos del conflicto viven una intensa vigilia. (APP)
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