Más de 30 vehículos antiguos, acompañados por motocicletas, un camión, cerca de 50 aventureros y hasta dos perros, emprendieron una épica travesía desde Bariloche hasta Ushuaia. La propuesta forma parte del singular rally “Locos de la Patagonia”, una experiencia que año a año se convierte en sinónimo de espíritu aventurero, amor por los clásicos y un recorrido inolvidable por el sur.
El viaje comenzó el pasado viernes 16, con un convoy tan pintoresco como diverso que se internó por paisajes agrestes, sorteando más de 2.000 kilómetros de ripio, frío, viento y naturaleza indómita. Lejos de ser una competencia tradicional, esta travesía no premia al más rápido, sino al que logra llegar.
Aquí no hay asistencia mecánica ni caminos establecidos: cada equipo es completamente autosuficiente y se enfrenta a los desafíos del terreno con ingenio y pasión.
La única condición para participar es que los vehículos hayan sido fabricados antes de 1991. A lo largo de los años se han sumado modelos tan variados como entrañables: Citroën 3CV, Fiat 125 Coupé, Jeeps IKA de los años 50 e incluso viejos camiones de bomberos, todos con un denominador común: seguir rodando a pesar del paso del tiempo.
En esta edición, además de los pasos habituales por la Patagonia argentina, el recorrido incluyó tramos en territorio chileno: los participantes atravesaron lugares como Río Turbio, 28 de Noviembre, Puerto Natales, Punta Arenas y El Porvenir, con la posibilidad de llegar hasta Lago Blanco si el clima lo permite. El cierre será en Ushuaia, punto final de una ruta que desafía a las máquinas y enamora a sus tripulantes.
Barro, ripio y camaradería
Según relató Emiliano Leto, coordinador del evento, el arranque no fue sencillo: “En el tramo del Parque Nacional Los Alerces con mucha lluvia rumbo a Trevelin. Después, el grupo se dividió: algunos cruzaron a Chile por Puyuhuapi, otros fueron por Corcovado y Río Pico, y las motos por Gobernador Costa. Nos volvimos a juntar en Los Antiguos y seguimos hacia el sur”.
La travesía, que ya es una tradición otoñal, transcurre mayormente por caminos de ripio, entre paisajes cordilleranos, estepas ventosas y pueblos recónditos. Es un homenaje sobre ruedas a la perseverancia, la autosuficiencia y el amor por las rutas del sur. Como dicen los organizadores: “Nada es demasiado viejo ni demasiado improbable”. Y eso lo confirma cada motor que aún ruge, año tras año, en los confines de la Patagonia.
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