Luego del increíble aumento en el precio de la yerba mate la
reacción de los supermercados fue variada en algunos casos subieron el precio y
mantuvieron el producto en góndola , en otros como La Anónima prefirieron a pesar de tener una oferta en cartel en la góndola
quitar el producto y en su lugar llenar de azúcar el espacio.
Esta circunstancia no solo se vio en los locales de los súper
de El Bolsón sino que llegaron reportes de otros lugares de la provincia donde
la el stand de la yerba se vio remplazado por papel higiénico, lo que quedo
dudas se es un mensaje a la clase baja dado que la costumbre del mate es
netamente clasista y remplazarla con papel higiénico bien podría ser un mensaje
o sui optaron por este elemento para llenar el vacío dejado.
El salto de precios en las góndolas se produjo a partir de
que el pasado 1º de abril entraran en vigencia los nuevos precios para el
insumo: 1,70 peso para el kilo de hoja verde y 6,90 pesos para el de la yerba
“canchada”, como se denomina a las hojas ya secas y preparadas para la
molienda. La remarcación para el consumidor final rondaría el 25 por ciento en
promedio sólo en la última semana, aunque en algunas marcas y según las
asociaciones de consumidores llegaría al ciento por ciento en el último mes. A favor
de las subas de los precios finales, los empresarios argumentan con algunos
datos reales, como los mayores costos y la mayor escasez de la oferta.
La yerba mate es un producto de la industria alimentaria
cuya evolución registra el Estimador Mensual Industrial del Indec, donde puede
observarse una caída interanual de su producción en torno del 16 por ciento
debido, como suele suceder con los productos de base agraria, a problemas
climáticos en la pasada campaña. Aunque los aumentos de los valores para el
insumo son para el producto de la próxima temporada, ello igual influye en la
revaluación de los stocks. No podría ser de otra manera, nadie vende en base a
costos del pasado. Desde el Ministerio de Agricultura comunicaron, sin embargo,
que “no hay razones para los aumentos” debido precisamente a la existencia de
stocks, y amenazaron con extremar medidas sobre fiscalización y exportaciones.
Más allá de la escasez y de la mejora circunstancial en la
distribución del ingreso al interior del circuito, por la mejora de los precios
primarios y salariales, las sospechas están en otro lado. Parece lógico poner
la mira en las empresas del oligopolio, pues sólo existen alrededor de una
docena de firmas integradas, de las cuales las primeras cuatro poseen más del
50 por ciento del mercado. La existencia de un oligopolio sólo supone un precio
oligopólico, es decir, un precio que entraña un margen de ganancia mayor, pero
también un precio que no alcanza para explicar procesos inflacionarios. La
inflación es otra cosa: el aumento “sostenido” de los precios. Dicho de otra
manera, el oligopolio sólo explica un precio más alto, pero no un proceso de
aumentos continuos.
La mirada entonces se traslada a los remarcadores
habituales: la cadena de comercialización que habría “sobreactuado” las señales
de escasez y el traslado de los mayores costos. Pero los supermercados también
se defienden. Sostienen que como la Secretaría de Comercio Interior impidió al
oligopolio yerbatero aumentar más del 9,5 por ciento sus precios finales, las
empresas habrían reducido al mínimo los envíos para presionar un alza superior.
Las conclusiones provisorias son dos. Primero, los aumentos
se produjeron y, como demuestra la historia, una vez convalidados por el
mercado será difícil que se retrotraigan. Luego, lo más obvio, la sintonía fina
demanda mucha información y, una vez con ella, atacar múltiples frentes.
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