No parece tan claro quiénes son los asesinos, si los animales marinos, arrebatados de su hábitat y obligados a vivir en cautiverio, o las empresas dedicadas a su explotación. Lo cierto es que hace escasas horas, a propósito del lanzamiento del libro Death at SeaWorld (Muerte en SeaWorld), su autor, el escritor David Kirby, puso a disposición del público un video donde un entrenador de ese parque es atacado por una orca hembra, Kasatka, de tres toneladas de peso. En el espeluznante forcejeo vemos cómo el hombre hace lo posible por zafar de la mandíbula de la ballena:
El material ha sido presentado como prueba para un litigio que tiene la secretaria de Trabajo de los EE.UU., Hilda Solís, con SeaWord, en una denuncia donde la demandante presenta evidencias de que"el parque puso en peligro la vida de decenas de entrenadores" al exponerlos a los "caprichos peligrosos" de estos mamíferos marinos.
En el video, grabado en 2006, la orca Kasatka sumerge varias veces a su entrenador, Ken Peters, en la instalación de la sede de SeaWorld en San Diego, California. El animal atrapa con su boca la pierna del hombre, al que arrastra hasta el fondo de la piscina. "Escalofriante", describió a la agresión el juez federal Ken S. Welsch.
En verdad se trata de un espectáculo atroz. El tironeo hace pensar en un desenlace trágico, y esa tensión se respira a lo largo de desesperantes 15 minutos, donde el animal y su entrenador parecen librar una guerra de nervios. En realidad, Peters mantiene la calma y felizmente sale del agua sólo con un pie fracturado.
El ataque de Kasatka en el parque de San Diego fue un anticipo de la muerte de Dawn Brancheu, una entrenadora de 40 años atacada en febrero de 2010 por otra orca, Tilikum, en el parque de Orlando, frente a un palco colmado de público.
El video del ataque a Brancheu fue reproducido millones de veces en la web. Acaso para contrarrestar el morbo y el sensacionalismo, un espectador creó un video con fotos que tomó de la entrenadora en sus momentos de felicidad con los animales que amaba.
Kirby cuenta en su libro que no era la primera vez que Kasatka atacaba a Peters: ya había sucedido en 1993 y 1999. Y agrega que, tal vez, la reacción del cetáceo pudo obedecer a que sus crías, de dos años de edad, estaban "trabajando" en otra piscina. Y la orca pudo escuchar sus gritos.
Según Naomi Rose, bióloga marina y miembro de la Sociedad Protectora de Animales, estas ballenas en cautiverio tienen una tasa de mortalidad dos veces y medio mayor que aquellas que viven en el noroeste del Océano Pacífico. Y, hasta donde se sabe, en libertad jamás agreden a seres humanos.
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