Matan de un disparo en la cabeza a la mujer encargada de un merendero neuquino

Las diligencias de los peritos policiales fueron incesantes durante la jornada de ayer en el barrio ubicado en el Oeste neuquino.La mujer encargada del merendero del barrio Gran Neuquén Norte murió ayer de un disparo en la cabeza en confusas circunstancias que la policía estaba tratando de establecer.


Martina tenía aproximadamente 49 años, cuatro hijos y era la encargada del merendero que le da la leche a unos 200 chicos en la barriada. Ayer a las 14 escuchó un ruido y salió a ver que sucedía. En la calle 8 de Diciembre, que separa su casa de la iglesia del barrio, sus hijos jugaban al fútbol cuando apareció un joven, disparó y la mató de un tiro en la cabeza.

A las 15 el barrio estaba conmovido. La cuadra estaba poblada de camionetas de la policía, de la Unidad Forense y unas cintas amarillas buscaban impedir, sin éxito, el ingreso de cualquier persona. Frente a la iglesia de paredes blancas que contrasta con el caserío pobre, los que iban llegando se apoyaban en la pared formando una larga hilera que miraba cómo la policía trabajaba. Al lado del portón había un grupo de chicos que se daban contención, fumaban y maldecían por lo bajo.

"Sabemos quién fue, y no sabe la cagada que se mandó. Esto es el Lejano Oeste, viven a los tiros. Todos los días desde la madrugada se escuchan balas. Ahora no van a parar", decía un joven de no más de treinta años, acongojado por la muerte de esa mujer a la que todos consideraban una "señora muy buena".

En el momento, el asesino logró escapar y fueron algunas personas del barrio las primeras en salir a buscarlo. A unas tres cuadras para arriba está la casa en la que vive con su madre, y según relatos de los que estaban en el lugar de los hechos "ahí fueron para matarlo". Pero no lo encontraron y fue por eso que destruyeron la vivienda.

Algunos comentaban que los hijos de la víctima podían andar en algún lío y que muchos están cansados de hacer las denuncias para que la balacera pare en las calles. "Habíamos terminado de comer cuando escuchamos tiros y después el llanterío", decía una piba de quince años mientras se limpiaba los ojos lagrimosos con la muñeca de su mano. También aseguraba que era una mujer querida por las familias que viven en el barrio.

"Se llamaba Martina y era una mujer inmensamente noble", dice el sacerdote encargado de la capilla en la que la mujer colaboraba. Desde hace un tiempo, habían decidido ponerla a cargo del merendero que hace que los chicos del barrio, por lo menos, tengan una taza de leche tibia en la panza una vez al día.

En el hall también estaban otras colaboradoras que aseguraban que era buena, que era mamá de cuatro chicos y que lo único que hacía era ayudar. "Nunca le hizo mal a nadie. Sé que tenía hijos, pero ellos ya son grandes. Esto se tiene que terminar", decía una de las mujeres mientras apretaba la cruz de su cadenita.











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