Maria Emilia Gonzales hoy cumpliria 44 años

Resultado de imagen para triple crimen cipolletti 1997NdB, se entrevisto con Ulises Gonzales papa de Maria Emilia, quien hoy cumpliría 44 años y de Paula Micaela, dos de las tres jóvenes asesinadas en Cipolletti en noviembre del 97. Hoy les ofrecemos una primera parte del informe sobre lo que sucedió y como  lo vivió la ciudad, ademas la nota con Ulises Gonzales en noviembre del 2011 cuando se realizaba el juicio contra le juez y fiscal de la causa.


Había una bandera negra a media asta. Los comerciantes no abrieron sus negocios. Los pibes no fueron a la escuela. Los estatales no atendieron las oficinas públicas. Un largo y ancho cortejo de unas 25.000 personas acompañó los féretros de las hermanas María Emilia y Paula Micaela González y de su amiga María Verónica Villar. Había tantos aplausos como lágrimas, tantos desgarros como flores volaban hacia los féretros. La impresión que causaban los tres nichos abiertos en el cementerio del barrio Don Bosco sólo se soportaba con un estómago de acero, que escaseaba en esas circunstancias. Pocos lo podía creer en Cipolletti; tres chicas muertas cuyos cuerpos aparecieron por ahí, destrozados.
La tarde del domingo 9 de noviembre de 1997 María Emilia González, que tenía 24 años y una hija de tres, estudiaba. Su deseo era convertirse en maestra jardinera. En un momento le dijo a su hermana Paula de salir un rato. Paula terminaba ese año la secundaria; siete años menor que su hermana, enseguida aceptó. El papá, Ulises, les prestó el auto para que vayan a buscar a su amiga Verónica Villar, de 22 años, que estudiaba agronomía. Quisieron incorporar a otra amiga y fueron hasta la casa de Alejandra Meraviglia, pero no la encontraron. Dejaron el auto estacionado en lo de Alejandra y caminaron….
A las 21 no habían vuelto y ellas no eran de tardar. El automóvil seguía estacionado en lo de Alejandra. Los padres fueron a la Policía, subcomisaria 69 de Cipolletti, en busca de ayuda y lo que encontraron fue insolencia y desprecio. Frente a semejante indiferencia ellos mismos y algunos vecinos y amigos organizaron una búsqueda que se prolongó toda esa noche hasta la mañana del lunes 10. Las radios locales cooperaron difundiendo la noticia. Recién a la tarde se agregó la Policía… bueno, hizo acto de presencia con tres hombres. Cuando, tardíamente, organizaron patrullas policiales las mandaron hacia la zona opuesta a aquella donde luego aparecerían las chicas.
El vecino Dante Caballero y su mujer salieron también a buscarlas. Exploraron todo el lunes con la ayuda de su perra doberman Ambar. El martes 11, a las 9.30, Dante siguió por la vía del ferrocarril Roca que une Cipolletti con Cinco Saltos. Habrá hecho unos cuatro kilómetros aproximadamente cuando fue hacia una zona de arbustos y tamarindos conocida como Los Olivillos, a unos 200 metros de la calle por la que las amigas habían ido a caminar. Dante se acercó. Una chica estaba en el piso, con jeans y remera roja. Era Verónica Villar… Le habían atado las manos con los cordones de sus zapatillas y en una de ellas conservaba apretado un pequeño pañuelo. Estaba amordazada con otro pañuelo. Tenía cortes en el cuello. Estaba muy golpeada. Murió asfixiada, se sabría después. A 8 metros estaban los cuerpos semienterrados de las hermanas González. María Emilia con un tiro en la cabeza. Paula recibió dos tiros, uno en la espalda y otro en la cabeza. Estaban atadas, amordazas y muy golpeadas. Las habían asesinado entre 12 y 16 horas antes.
Los cuerpos no estuvieron siempre en el lugar donde fueron encontrados. Se presume que las mantuvieron secuestradas. De hecho, el lunes 10 esa zona fue revisada con perros y nada había allí. La Policía no tomó nota de ninguna de estas circunstancias. En la subcomisaría 69 dijeron que habían interrogado a los dueños de chacras cercanas pero fue desmentido (el dato es importante porque al lugar donde tiraron los cuerpos solo se llega por las vías o por la zona de las chacras). Tampoco se recogieron huellas de pisadas o de neumáticos. En verdad, no se recogió nada sino que los agentes daban vueltas en el escenario de los hallazgos fumando, pisoteando, charlando, riendo, arruinando todo, sin saber exactamente qué hacer, qué rastro era importante y qué rastro era superfluo. Cinco testigos que estuvieron por el lugar horas antes de que las chicas desaparecieran contaron que vieron a un tal Claudio Kielmasz que se lavaba los pies en un arroyo. ¡Estos testimonios se tomaron un año después!

Fuente TN y la gente noviembre del 97.









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