Los 100 años de doña Margarita, la abuela del gobernador Alberto Weretilneck


"Solo Dios sabe hasta cuándo voy a vivir, el día que me quiera llevar acá estaré”, bromea y se ríe Margarita Von Holtum, con los rozagantes 100 años que cumplió en la tradicional esquina de Perito Moreno y Güemes, rodeada de sus hijos, nietos, bisnietos y los seis tataranietos.


Entre los nietos, se destaca el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, quien nació en El Bolsón el 11 de octubre de 1962 y se mudó a Cipolletti siendo un adolescente, cuando a su padre (gerente del banco Nación) le dieron el traslado.

Doña Margarita recordó ayer que “llegamos en 1944, cuando El Bolsón era apenas un puñado de casas. Veníamos de Stroeder, en el partido de Patagones, provincia de Buenos Aires, donde mi padre tenía una chacra. Mi esposo, Gabino Gérez, entró a Gendarmería Nacional pero no le gustó, así que renunció y pusimos un negocio”.




“Acá nos adaptamos enseguida, era un pueblo muy chiquito pero la gente era muy buena y muy amable, todos solidarios cuando alguien necesitaba algo. Aquel que tenía vacas, te dejaba ordeñar; aquel que tenía quinta, te regalaba la verdura. La pasamos muy bien por aquellos años, y también pudimos progresar”.

La abuela Margarita, como la conoce todo el mundo, hizo su propia huerta hasta hace pocos años, tarea que hoy siguen su hija y su yerno. Actualmente usa anteojos “aunque solo para tejer”, mientras disfruta del cerro Piltriquitrón frente a su ventanal. “Me tienen como una niña mimada”, confiesa, al tiempo que valora que “de vez en cuando me dejan cocinar”, principalmente en las ocasiones en que llega su nieto Alberto, fanático “de los fideos caseros”.

La centenaria mujer lo recuerda en su infancia “corriendo por las calles polvorientas del pueblo, jugando con los otros chicos. Con los vecinos era toda una familia”. Recordó además que “ayer fue su cumpleaños y el de su hermana. Seguramente este sábado estaremos todos compartiendo una torta”.

Con el transcurrir de los años, desde el mostrador de la despensa que atendía todos los días y luego en el residencial donde recibía a buena parte de los viajantes de comercio que llegaban a la zona cordillerana, Margarita Von Holtum fue testigo privilegiada de los cambios y el crecimiento de una aldea de montaña que por los años ’40 tenía menos de mil habitantes.

Por entonces, recién se estaba terminando la ruta nacional 258 que vinculó a El Bolsón con San Carlos de Bariloche y Esquel, facilitando la salida de los productos agropecuarios propios del valle, principalmente ganado, frutas y verduras y madera. Cabe recordar que esta región fue la principal proveedora en la construcción de la represa de El Chocón (y otras en la Patagonia), facilitando el desarrollo de grandes aserraderos y la llegada de carpinteros especializados.



Tampoco existía el turismo, principal actividad económica en la actualidad, que recién comenzó a proyectarse a partir de la década de 1970.

Otro dato significativo fue la construcción de los edificios públicos que aún se conservan: comisaría, juzgado de paz, hospital, correos y la escuela hogar, además del hotel Piltriquitrón, todos por gestión y obra del gobernador Adalberto Pagano, quien también diseño la plaza que lleva su nombre y se caracteriza por un lago artificial que es la foto obligada para todos los viajeros.

En los ´60, bajo el asombro de los lugareños, aparecieron los primeros “hippies”, que pronto armaron la feria artesanal que hoy tiene fama mundial. Pronto, con la llegada de numerosas familias provenientes de las grandes ciudades, todo cambió para siempre: calles pavimentadas, edificios y comercios modernos dieron identidad a la principal ciudad de la Comarca Andina.
Fuente Diario Jornada









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