El 4 de junio de 2011, la erupción del volcán Puyehue, ubicado en la cordillera de los Andes, provocó uno de los desastres naturales más recordados de la región. A 11 años de aquel evento catastrófico, hablamos con Leandro Romairone, titular de Protección Civil del Municipio de El Bolsón, quien nos contó sobre las acciones que se llevaron a cabo para mitigar los efectos de la tragedia y cómo, a pesar de los avances en tecnología y monitoreo, la erupción del Puyehue fue un fenómeno extremadamente difícil de predecir.
"Una erupción volcánica es, de todas las amenazas naturales, la más difícil de predecir. Aunque con el paso del tiempo, la red de detección y alerta temprana ha mejorado significativamente, en ese entonces Argentina aún no contaba con una infraestructura de monitoreo tan robusta como la que tenemos hoy. En 2011, no podíamos anticipar el alcance de lo que sucedería, y ciudades como Bariloche y El Bolsón fueron gravemente afectadas por la caída de cenizas, lo que generó gran conmoción", relató Romairone.
La Tierra está viva: la inevitabilidad de la erupción
El fenómeno volcánico, aunque devastador, no fue algo completamente ajeno a la historia de la región. Según Romairone, la zona está ubicada sobre una falla geológica activa, lo que genera presión constante entre las placas tectónicas. Esto hace que, de manera recurrente, se liberen tensiones a través de eventos como erupciones volcánicas.
"Estamos sobre una falla tectónica. La presión acumulada entre las placas que se suben y se sumergen da lugar a estos eventos. La Tierra está viva y se mueve constantemente. Este tipo de cataclismos se han repetido en la historia, y es algo que, aunque no se puede predecir con exactitud, sabemos que ocurrirá de nuevo", explicó.
Impacto en la ganadería y la economía local
Uno de los efectos más graves de la erupción fue el daño a la actividad ganadera, especialmente en las zonas rurales de Río Negro y Chubut. Durante el 2008, la erupción del volcán Chaitén en el sur de Chile ya había tenido un impacto en la ganadería de la región, pero la erupción del Puyehue en 2011 trajo consigo mayores desafíos.
Romairone recordó que la provincia de Río Negro fue particularmente afectada, con pérdidas significativas en la ganadería y en la producción local. "Hubo una gran pérdida en el sector ganadero, lo que afectó gravemente el sustento de muchas familias. La asistencia provincial fue clave para que los productores pudieran recuperarse. El INTA jugó un papel fundamental en la coordinación de esta ayuda, que se brindó de manera urgente, ya que no había mucha experiencia previa en este tipo de intervenciones", detalló.
Lecciones aprendidas y preparación para el futuro
El titular de Protección Civil destacó la importancia de la preparación y la educación frente a estos fenómenos naturales, que aunque no se pueden evitar, sí pueden mitigarse con una adecuada planificación. "Es fundamental estar informados y preparados. Sabemos que este tipo de eventos se repetirá con el tiempo, y debemos estar mejor equipados para enfrentarlos", concluyó Romairone.
A 11 años de la erupción del Puyehue, el recuerdo de aquel evento sigue siendo un recordatorio de la fuerza incontrolable de la naturaleza y la importancia de la resiliencia de las comunidades ante situaciones extremas. La lección sigue siendo clara: la preparación y la colaboración entre los distintos niveles de gobierno, científicos y productores son esenciales para reducir los impactos de futuros cataclismos naturales.
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