
Te presento un avance del video que realizaron durante el viaje a Malvinas.
Te presento un avance del video que realizamos durante el viaje a Malvinas, en conmemoración de los 30 años de aquel 2 de abril, y con el objetivo de llevar los mensajes que muchos de ustedes dejaron enwww.mensajeamalvinas.com
![]() | Guillermo Tornatore CEO Dattatec.com |
Mis quince años de aquel entonces, el momento de país y mi formación en escuela Salesiana, me hacían ver el hecho de recuperación como una gesta patriótica. Así mismo, yo dudaba que el patriotismo, con el sacrificio que implicara para todos los que honraron defender la patria, no estuviera exento de todos los horrores físicos y psicológicos de una guerra. Los hechos demostraron que la realidad superó a la ficción y el viaje encuadró en una dimensión real, y más terrible a lo supuesto, la guerra de Malvinas. Debo decir lamentablemente, porque lo que comenzó en la recuperación aquel dos de abril y tenía que terminar sólo unos días después con la intervención de la ONU, derivó en una guerra con altos costos en vidas humanas.Con muchos sentimientos encontrados y acompañado por el Dr. Juan Carlos Luján: amigo, ex combatiente, fundador de la Base Marambio, patriota y soldado de ley, partimos rumbo a Malvinas. Quise documentar todo en forma profesional para que el registro gráfico se aproximara lo más posible a las emociones y todo lo que veían nuestros ojos. Para ésto se sumó al equipo Federico Lo Casio, director de la productora Floc Films. Esperemos que mi relato y las imágenes los hagan conocer, amar y emocionarse como lo hicieron con nosotros estas islas.
Llegar a Malvinas es un largo viaje de casi 24hs. que implica hacer escala en Santiago de Chile, esperar la conexión a Punta Arenas, y finalmente hacer el último tramo hasta las Islas Malvinas.
Al llegar a Punta Arenas, conocimos a periodistas de distintos medios que viajaban en el mismo avión que nosotros para cubrir los 30 años de la guerra, y les interesó muchowww.mensajeamalvinas.com, tanto que salió publicado en una nota en La Nación (http://www.lanacion.com.ar/a-30-anos-de-malvinas-t48007). Por último, hicimos el tramo final de vuelo rumbo al aeropuerto militar en las islas, llamado Mount Pleasant.
Casi llegando, y con el aviso de ajustar cinturones, se comienzan a ver las islas entre las nubes. Es en ese momento donde las emociones y sentimientos se entremezclan y empiezan a hacer de las suyas. Una primera impresión cambia mi perspectiva al dimensionar, a tamaño real, un pedazo de territorio argentino que sólo conocía por mapas.Aterrizar en la base militar no es algo grato, el poderío militar que se observa a simple vista intimida y reafirma la decisión que tienen los ingleses de quedarse en esta tierra. El trato es correcto (un poco frío, pero educado). De alguna manera como son ellos, que no pierden el decoro casi por nada.
Hicimos el trámite en migraciones y la verdad es que uno siente un gusto amargo en la boca cuando te sellan el pasaporte como si fueras extranjero. Esto lo sabíamos antes de venir y lo aceptamos, y sin embargo, no te prepara para ese momento.
Ya con nuestro equipaje, nos estaba esperando un pequeño avión de sólo 7 plazas para llevarnos a una isla llamada Bleaker Island, que dista 50 km. de la capital. El motivo de esta extensión del viaje fue que en la capital no había alojamiento disponible hasta el día 2 de abril. Si bien significaba un esfuerzo extra lo de seguir viajando un poco más, sabíamos que el 2 estaríamos en la isla Soledad.
La verdad es que algo que tuvimos que hacer por la simple necesidad de encontrar un lugar donde dormir, resultó en una grata sorpresa por muchos motivos. Uno de ellos fue conocer a Mike, dueño de la finca, que nos esperaba con su Land Rover al pie de la pista de tierra y grava. Durante el trayecto de ida hasta la casa que nos hospedaría, nos fue mostrando diversas aves y plantas. Incluso en un momento paramos a recolectar hongos comestibles que fueron, junto con panceta, un buen desayuno a la mañana siguiente.Luego de desayunar, Mike nos llevo a recorrer las instalaciones de la finca, su sistema de generación eólico de 9 Kw, el bombeo de agua de vertiente (que se deposita en tanques sobre una loma para luego, por efecto de la gravedad, proporcionar agua a todas las casas) y la antena de recepción de WI-FI, que paradójicamente, cuenta con tecnología de punta pero está rodeada de un cerco de madera y piedras para que las vacas no usen como cepillo para rascarse el lomo.
Después de recorrer estas maravillas de organización y optimización de recursos, partimos hacia una playa donde, ya a pie, llegamos y tomamos nuestros criollos mates y almorzamos nuestras viandas rodeados de pingüinos emperador, otras aves y el sonido del mar.
La belleza de la isla, la flora, la fauna y una infraestructura edilicia impensada e inesperada para un lugar tan remoto, nos hizo disfrutar de dos buenos días en un lugar alejado e inhóspito.Tomamos la avioneta que nos llevaría hasta Puerto Argentino. El camino de vuelta presentaba unos paisajes maravillosos. La vista aérea de las rías, las playas y el mar mismo, es de una singular belleza. Tuvimos hasta la suerte de sobrevolar una ballena azul que emitió su característico chorro de vapor de agua. La verdad es que no podíamos pedir más de la naturaleza de este lugar.
Quiso el destino, que pasados exactos 30 años, el Dr. Luján aterrizara en el mismo aeropuerto de lo que fue Puerto Argentino, que lo vio llegar aquel 2 de abril de 1982 para llevar al continente a las tropas de asalto que retomaron las Islas Malvinas y que fue el inicio de múltiples vuelos en el avión Hércules C-130. Como hoy este aeropuerto es sólo utilizado para vuelos civiles, dejó de tener toda importancia estratégica. Por eso todo sigue casi igual que en 1982 y la emoción de Juan Carlos fue muy profunda al recordar cada palmo de la pista y los difíciles momentos que le tocó vivir allí.
Luego, nos pusimos camino a Bennet House en Stanley. Allí nos esperaba Celia, una señora que pone a disposición su casa para hospedar a los visitantes.
Ya acomodados, nos facilitaron el teléfono de Sebastián que es uno de los pocos argentinos que viven allí y que entre otras cosas, mantiene el cementerio argentino de Darwin en condiciones. Él nos pasó a buscar para llevarnos hasta el lugar. El viaje, de casi 90 km desde Stanley, llevó una hora larga porque la mayoría del camino es de ripio.
Llegar al cementerio era gran parte de nuestra misión, el motivo mismo de este viaje, traer los más de 800 mensajes a Malvinas y rendir tributo a todos los que sufrieron y sufren el conflicto.
Lo que más impacta al llegar son las cruces blancas y el sonido, llevado por el viento, de los rosarios golpeando contra ellas. Pensar en toda esa gente joven que murió, llena a uno de tristeza. En un acto breve y muy emotivo para nosotros, y sobre todo para Juan Carlos que tiene compañeros enterrados allí, procedimos a depositar los mensajes. El viaje de vuelta transcurrió en silencio casi todo el camino. Cada uno de nosotros metido en sus propios pensamientos.La mayoría de los lugares que visitamos en la isla son inhóspitos y hay que llevar todo lo que uno necesite. Por eso entre las rutinas de cada día está la de pasar por el supermercado para comprar provisiones para el almuerzo y la merienda. La verdad es que no se nota que falte nada, la variedad de alimentos y marcas es muy similar a cualquier supermercado del mundo. Luego de hacer las compras partimos un día más hacia nuestro rumbo.
Sebastian nos invitó a visitar el faro de Cabo Penbroke. Es un sitio histórico por tratarse del primer faro de mediados del siglo 18 y, además, fue testigo de aquel 2 de abril del ‘82. Se suponía que por allí se llevaría a cabo el desembarco argentino y en realidad ocurrió en otra playa. Significativamente fue apagado el día 1 de abril de 1982 y nunca más se volvió a encender.
Se trata de un faro que está casi en su totalidad construido en hierro forjado y unido mediante remaches. Se nota su fortaleza para resistir las peores tempestades. Subimos hasta su cima y la vista que se aprecia alcanza el horizonte del mar. Tuvimos el privilegio, casi atípico en estas islas, de tener una puesta de sol casi sin viento y con muy pocas nubes. Esto nos permitió ver como se transformaba el azul claro del mar en azul profundo y hasta pudimos ver delfines saltando en la costa del mar.
Cerca del faro hay dos placas de bronce. Una muestra un mapa con la distribución de los distintos montes que componen la vista desde el faro. La otra placa marca las distancias a distintos lugares del mundo indicando de alguna manera la “distancia al hogar” que muchas generaciones han sentido y sufrido estando en tan remoto lugar.
Cerca de allí se levanta también un monumento con forma de hélice, recordando al buque Atlantic Conveyor, hundido en el conflicto por la Fuerza Aérea Argentina cuando llegaba a aprovisionar a la flota inglesa.
Desde allí, y ya entrada la tarde, nos fuimos a cenar a un típico pub llamado Narrow. En ese lugar se preparan unos bistecs excelentes, que acompañados con una buena cerveza negra, representa un bálsamo para el cuerpo y el alma luego de un día de trajín.

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