Novecento, la leyenda del pianista en el océano

Resultado de imagen para Novecento, la leyenda del pianista en el océanoLa obra de Alessandro Baricco es una novela corta. Sin embargo, contiene los detalles de una historia de vida digna de ser contada. Lemon Novecento fue abandonado en un barco cuando era bebé, creció allí y aprende música para tocar por siempre para los pasajeros que se embarcan en su hogar. Un especial de Nora Blok.
Una novela singular de ochenta y un páginas y una trama sostenida que acapara por cierta ternura que su personaje principal despierta en el lector.
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Inscribirla en un género literario no es tarea fácil, pues como ha declarado su autor, Alessandro Baricco: “Más que un texto teatral lo considero una novela corta o un relato largo, surgido tras la estela de Océano mar, como si en esta novela no hubiera podido contar todas las historias que quería”.

No obstante, narrada en primera persona es visible que está amarrada a una idea: cómo deciden sus vidas las personas. En ella, acuden representaciones de qué es la felicidad para cada individuo y cómo alcanzarla, los modos de ser que pergeñamos, las actitudes que mostramos.

Danny Boodmann T.D. Lemon Novecento es el personaje de quien se cuenta su historia en “Novecento. La leyenda del pianista en el océano”. Un nombre que encuentra explicación.

El hombre que lo encontró, bebé, en una cajita, es el pianista del barco, Danny Boodmann; las iniciales T.D. se relacionan con las palabras Thanks Danny, que constaban en la nota que acompañaba al niño, donde también surgía el término Lemon inspiran a añadirle al pequeño el nombre que inauguraba el siglo.

En esta resolución, ya encontramos una actitud de respeto y asunción que se desarrolla a lo largo de la historia. Danny Boodmann hasta que lo alcanza la muerte no se desentendió de la criatura. La lástima es que su defunción ocurre pronto. Y Novecento solo tiene ocho años.

Serán otros en el Virginian, en una convivencia natural, quienes atentos a su crecimiento, notan que un día cualquiera Novecento comienza a dar los primeros acordes al piano sin que nadie le enseñe y con una técnica inigualable.

Lo hará con una maestría donde cabe el asombro y la admiración. Por estas razones pudo permanecer en el barco. Nadie lo ignora. Todos lo respetan e incluso su decisión de no pisar tierra.

Su mundo era el barco. Se aleja, entonces, de la superficialidad de la tierra y de las andanzas de sus compañeros. Pero no es infeliz por ello.

Cuestiones del destino, Novecento se convierte en “el pianista más grande que ha tocado en el océano”. Su vida en el barco le permite atesorar una sentencia a lo largo de los años:”En los ojos de la gente puede verse lo que verán, no lo que han visto. Así decía: lo que verán”.

Se convierte en miembro de una banda que toca para turistas de distinta clase: de lujo, de segunda y, a veces, para los emigrantes. Y aquello tan escuchado de lo que la música produce en otros aparece como el enunciado que nunca duerme y data de tiempos inmemoriales.

En cuanto a la mirada de los otros, Novecento “era el más grande”. Nosotros tocábamos música, él era algo distinto. Él tocaba… Aquello no existía antes de que él lo tocara, ¿de acuerdo?, no estaba en ningún sitio. Y cuando él se levantaba del piano, ya no estaba… y ya no estaba para siempre…”

Un ser distinto. Inexplicable. Con valiosas reglas de vida. Sin quejas por su destino; por el contrario, la médula de saber pararse para vivir encuentra explicación en lo que, alguna vez, le confiesa a un amigo:”No estás jodido verdaderamente mientras tengas una buena historia a cuestas y alguien a quien contársela”.

Su fama trasciende los límites del barco y por ello Jelly Roll Morton, el inventor del jazz lo reta a un duelo pianístico. Una actitud de prestarse al reto; pero sin soberbia y con una elección musical pueril dan cuenta de sus principios”alejados del mundanal ruido”.
Leer entre líneas es el desafío; pero también lo es leer detrás de ellas. Un personaje que demuestra tantas cuestiones de la vida que, de cuando en vez, complican y –a su vez- colaboran en hacernos reflexionar sin moralejas ni posiciones a imitar. Solo una existencia y cómo resuelve el desatino de no tener papeles que lo identifiquen: lugar y fecha de nacimiento, por ejemplo.

Además, la solidaridad de algunos y el dejarlo permanecer en ese transatlántico cuya ruta entre Europa y América era habitual por aquellos años porque su habilidad musical trasciende los límites de ese espacio.

Un exilio interior, sin dudas. Conjuraciones confesas que hablan de la arquitectura de un hombre-personaje que pudo, en ese ámbito, construir su existencia sin rencores. La lírica otorga el tono justo.

Leer entre líneas los temas que abarca invita, además, a una reflexión meticulosa que pretende o ambiciona conocer el mundo. No es, sin embargo, una producción literaria que alcance el lirismo de “Seda”. Aunque Giuseppe Tornatore la haya llevado al cine.

Alessandro Barricco (italiano) a pesar de no haber encontrado encuadrarla en un género literario, su producción literaria “Novecento” atrapa al lector por muchas razones.












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