“Discriminan a nuestros chicos cuando dicen que viven en la toma”


Los perros saltan los charcos de la lluvia y los chicos pasan a toda velocidad en sus bicicletas salpicando el agua servida de las veredas. El barro de las calles impide el ingreso de los autos y las vecinas reniegan por sus hijos que “viven resfriados”.


Es la postal cotidiana del barrio 21 de Septiembre, un asentamiento ubicado en la zona sur de la ciudad, a solo una cuadra de la avenida principal, donde 28 familias viven desde hace tres años sin ningún tipo de servicios y sin poder regularizar la situación de sus lotes.

 “Tengo tres nenes y en barrio hay más de 30 chicos (varios asmáticos) que van al Jardín 46 o a la escuela 271, que nos quedan cerca. Cuando dicen que viven en la toma, sus propios compañeritos los discriminan. La única respuesta que les puedo dar como mamá es que son iguales a cualquier otro chico, pero duele esa realidad a pesar del esfuerzo que hacemos para darles un hogar. Quizás esta mal habernos metido a un terreno que no compramos, pero esto estaba abandonado y no teníamos otra salida”, reflejó ayer Rocío Villarroel, una de las referentes.

“A nadie le gusta estar en una toma y que podamos mejorar nuestra calidad de vida depende hoy de que salga a nuestro favor la tenencia de la tierra, que la queremos pagar”, remarcó a su lado Moises Soto.

“Cada vez que llueve se inunda, vivimos sin ningún tipo de servicios. Vamos a buscar agua donde se pueda, estamos enganchados de la luz porque fuimos 20 veces a Edersa a pedir un pilar comunitario y siempre nos lo niegan porque no tenemos un papel que nos acredite como dueños de un lote”, agregó a su lado Paulo Olaizola.

En El Bolsón hay 32 tomas reconocidas, donde residen unas mil familias (15% del total de la población), y son pocas las que han podido avanzar en su urbanización. “Cuando están de campaña, aparecen todos los políticos a prometer soluciones, pero después son pocos los que se acuerdan. Parece que funcionan bajo presión, es la única manera de conseguir algo”, es la frase más escuchada.

“Somos todos hijos de este pueblo, nacidos y criados, pero nos sentimos abandonados. Salir del asentamiento en días de lluvia es un verdadero calvario por el barro en las calles”, insistió Fresia Mansilla.

En 2014 los vecinos dividieron y ocuparon una manzana detrás del ex secadero de mosqueta, entre las calles Perito Moreno y 25 de Mayo, desocupada “desde siempre y llena de matorrales” aunque “cuando vieron que nos metimos recién aparecieron supuestos propietarios” (nucleados a través de un fideicomiso), que se adjudicaron la titularidad del predio. “Nos mandaron carta documento y ahora el 23 de mayo tenemos una audiencia para avanzar en un arreglo, de la que también van a participar funcionarios de la comuna porque deben años de impuestos. Ellos quieren vender y nosotros queremos comprar, espero que lleguemos a un acuerdo a un precio razonable”, graficó Moises Soto.

“Desde el primer día siempre dijimos que queremos pagar la tierra, somos todas familias trabajadoras y no tenemos 40 mil dólares, pero podemos afrontar una cuota mensual”, subrayó.



“La prioridad son los servicios: el agua, la luz, enripiar las calles porque con las lluvias no se puede entrar, los chicos que salen para la escuela llegan todos mojados. Esto fue siempre un mallín, la única parte donde no se inunda es porque nosotros mismos rellenamos” (Fresia Mansilla).


“Tampoco tenemos recolección de residuos, pero fijate que no se ve basura por ningún lado. Cada vecino se las ingenia para mantener limpio su espacio. Por nuestros medios la llevamos o esperamos en la otra esquina con la bolsita en la mano a que pase el camión” (Paulo Olaizola).


“Para conseguir un balde de agua potable tenemos que ir hasta la otra cuadra, donde un vecino nos abre una canilla” (Rocío Villarroel).













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