Con más de ocho décadas de historia, Griselda Vergara y Ricardo Oyarzó representan el espíritu pionero y la identidad profunda del paraje Los Repollos, a 20 kilómetros al norte de El Bolsón. Su vida, marcada por el trabajo de la tierra y la transmisión de valores, refleja la historia viva de la cordillera rionegrina.
En el corazón del paraje Los Repollos, dos voces resguardan la memoria de la comarca. Griselda Vergara, de 81 años, y su compañero de vida, Ricardo Oyarzó, nacieron y se criaron en estas tierras que vieron crecer generaciones de familias campesinas, forjadas en el esfuerzo y la autosuficiencia.
“Mi abuelo trabajaba con vacas, ovejas y chivas, y mi mamá hacía queso y manteca. No había plata, pero con el trabajo vivíamos bien”, recuerda Griselda, quien asegura que en su infancia el acceso a la escuela era difícil y, en muchos casos, imposible. “No sé leer ni escribir porque en ese tiempo, cuando empezaron a cobrar el colectivo, no podíamos pagarlo”, relata con sencillez y sin lamentos.
La historia de esta mujer, hija y nieta de pobladores que llegaron a la zona hace más de un siglo, está ligada a la vida campesina: sembrar papas, cosechar verduras, elaborar quesos y criar animales. Una vida dura, marcada por los inviernos largos y las nieves que aislaban a las familias, pero también llena de enseñanzas sobre el valor del trabajo y la tierra.
Ricardo, por su parte, recuerda una infancia “sin mucha pobreza, pero siempre trabajando”. Nacido y criado en Los Repollos, se define como un hombre que supo sostener el legado familiar. “Me quedé solo y tuve que cuidar lo que dejó mi padre. Nunca vendí nada, seguimos adelante trabajando”, afirma con convicción.
Juntos criaron cuatro hijos en la chacra Buena Vista, sosteniéndose con la venta de leña, la producción de quesos y el trabajo diario en el campo. “Vivíamos de eso, sin sueldos, pero alcanzaba. No molestábamos a nadie”, rememora Griselda, quien todavía sueña con sembrar una quinta, como en los viejos tiempos.
Ambos coinciden en que las nuevas generaciones deberían mirar hacia atrás para recuperar el valor del trabajo rural. “Todavía se puede sembrar, lo que falta es el agua. Pero si uno trabaja, se puede vivir tranquilo”, aconseja Ricardo, convencido de que la tierra sigue siendo fuente de sustento y dignidad.
La vida de Griselda Vergara y Ricardo Oyarzó es, en definitiva, la historia viva de Los Repollos: un relato de esfuerzo, pertenencia y memoria que nos recuerda que la identidad rionegrina también se escribe desde las chacras, las montañas y el trabajo silencioso de sus pobladores.
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