Rodolfo Venzano, el médico que trazó los primeros mapas de la Comarca Andina


La primera recomendación de los lugareños a los mochileros que llegaban a El Bolsón era “comprá el mapa del doctor Venzano, seguro que no te vas a perder en las montañas”. 




“Hasta hace 4 o 5 años los vendíamos por cientos, ahora ya fueron reemplazados por la nueva cartografía, pero aquel viejo mapa sigue tan vigente como el primer día”, confirmaron desde una librería céntrica. 

“Sus conocimientos en cartografía eran los de un profesional, y más tal vez, porque era consultado por gente especializada. El plano es una muestra y el relevamiento lo hizo a pie, llevando en su mochila un teodolito y un altímetro que compró en un remate del Banco Hipotecario. Hacía sus mediciones desde la altura de los cerros”, reflejó su hija Alicia Venzano en referencia al primer plano de la Comarca Andina que en la década de 1950 llamó la atención del Instituto Geográfico Militar por su exactitud, además de registrar las ocupaciones de las familias pioneras.

Incluso, poco después de su fallecimiento (1982), la National Geographic Society de Washington (EE.UU) le otorgó un diploma de reconocimiento.
“Fue tal su capacidad visionaria, que logró generar la primera y más temprana imagen tridimensional en color de la región cordillerana rionegrina, situándose sobre un satélite imaginario a 400 km sobre la ciudad de Esquel, mirando hacia el norte, con gran claridad de detalles, que logró imprimir en el extranjero para su distribución”, recordó el periodista en investigación histórica Hugo Alsina.

“En 70 años no ha variado nada, Venzano está tan vigente como el primer día. La mayoría de sus datos han sido certificados por Alejandro Barzi en su ‘Manual de la cuenca del lago Puelo’ publicada en Geocities en 2001”, reafirmó.

Su nombre quedó para siempre en el hospital de El Bolsón (aunque no hay un cartel que lo recuerde), y en un cerro al oeste del río Azul, como homenaje de una región que fue descubriendo en sus escaladas desde la década de 1930, con una pasión irresistible por la naturaleza, al tiempo que se convertía en el primer impulsor del turismo y fundaba el Club Andino Piltriquitrón.

“Después de la Guerra de Malvinas, cuando los vecinos del barrio Esperanza fundaron su propia biblioteca popular, decidieron ponerle el nombre del doctor Venzano para marcar su pertenencia y compromiso con la gente más humilde”, recordó Estrella Cañiu, quien estuvo 25 años como referente del centro social al que a diario concurrían decenas de chicos “para hacer los deberes, acceder a internet y tomar la leche”. “Cuando alguno tiene que hacer un trabajo sobre la zona, se despliegue el mapa para ubicarlo en tiempo y espacio. Es muy útil para que todos sepan la geografía lugareña y la altura de los cerros”, subrayó por entonces.

Comandante

Rodolfo Domingo Venzano nació en Adrogué (Buenos Aires), el 11 de diciembre de 1904. Su abuelo lo llevó a estudiar a Ginebra, Suiza, desde 1908 hasta 1918, donde también descubrió su vocación por la aviación. El  9 de julio de 1930 fue el comandante de la primera escuadrilla de 18 aviones civiles que volaron sobre la Plaza de Mayo.
En esa época se dedicó a la acrobacia aérea, con el récord de siete loopings realizados en una avioneta Puss Moth, abierta, sin cabina, con un motor de 90 caballos de fuerza (ya radicado en El Bolsón, en 1936 consiguió la “reserva para la  pista de aterrizaje” de 3000 metros, destinada al Ministerio de Aeronáutica y en noviembre de 1955 fue uno de los fundadores del aeroclub local).

Rumbo al sur

Con 29 años y el título de médico bajo el brazo, llegó a Bariloche en 1933 y se quedó por dos años. Además de su trabajo en el hospital, dedicó sus horas libres a recorrer la zona, “relevándola topográficamente hasta elaborar el primer mapa turístico, publicado en 1935”, destacan las crónicas de entonces.
En una de esas excursiones, en 1934, llegó caminando hasta Mallín Ahogado (120 km) y descendió hasta el valle del río Azul, donde se encontró con  las familias de los colonos arribados a principios del siglo 20. Pronto lo convencieron de mudarse al pueblo de El Bolsón, que por esos años no tenía más de 300 habitantes y no contaba con un profesional que los atendiera.

Fue naturalista y geógrafo por excelencia, con una formación multidisciplinaria sorprendente y de notable aptitud para los desafíos. Graduado en medicina y cirujano, versado en botánica, geología, meteorología, andinista de alma, además de aviador, fotógrafo y artista plástico, Venzano pronto descubrió que la Comarca Andina era su lugar en el mundo. Desde aquellos días ejerció su tarea médica, recorriendo leguas a caballo donde no había caminos para llegar en vehículo. 

“Dominaba las diversas propiedades curativas de las plantas nativas, aplicando con éxito los conocimientos de la medicina mapuche, a través del uso del pañil, palo piche, ñanculahuén, salvia y otras variedades”, recordó su hija. 
“Las primeras vitaminas gratuitas las trajo él de Europa, cada vez que viajaba las compraba con los dineros que obtenía por sus planos y por las arenitas de oro que conseguía en la montaña, sabía que los chicos necesitaban, también los ancianos”, valoró.

“Cuando el tiempo lo permitía, papá iba una vez por semana hasta Bariloche en busca de medicamentos en su Ford A  por el viejo camino de El Maitén y Las Bayas. Era un día de viaje y acordaba con los pobladores para que en el trayecto lo ayudaran a vadear los ríos con sus bueyes. Esto fue así hasta que convenció al bioquímico Nicolás Fabricio de venir e instalar una farmacia”, graficó.

Entre otros cargos, desde 1943 y hasta 1953  fue el director del hospital de área El Bolsón; en 1943 comisionado municipal en el Territorio Nacional de Río Negro y asesor de la Sociedad Agrícola y Forestal de El Manso; y entre 1959 y 1962 fue director de Asistencia Social de Río Negro.

Falleció en 1982 y sus restos, junto a los de su esposa Alicia M. Baihiene Quintana (se casaron el 17 de octubre de 1938), descansan en las estribaciones del cerro Piltriquitrón.







“Usted se queda”

Cuando Venzano andaba por las montañas, la enfermera que quedaba de guardia en el hospital hacía un humo espeso en la chimenea por si se requería su presencia y entonces emprendía la vuelta para atender un parto o la fractura de algún paisano que se había caído del caballo.

Sin embargo, cuando le explicó la estrategia “a un gendarme fortachón y bigotudo, cuya esposa esperaba familia, este reaccionó sacando un enorme bufoso (revólver) y le dijo: ‘doctor, usted se queda acá hasta la parición de mi mujer’…, no le quedó otra que esperar” (Luis Fabricio, bioquímico jubilado).

Hormigas aliadas

 “Frente a mí, un cañaveral tupido mostraba sus tallos emplumados. De pronto, se abrieron como un cortinado y apareció. Saludó con ese ‘Bueeenas’ que era tan usual en él. Su mochila flaca, una piqueta, botines colgados al cuello y medias de lana atadas con varias vueltas de hilo sisal. ‘La lana, con una buena atadura para que quede como un colchón, se afirma muy bien en el hielo’, dijo. Así, había cruzado el glaciar. Se acercó, me hizo algunas preguntas y se alejó. Volvió al rato con un palito que me obligó a sorber. ‘Hágalo sin miedo, lo introduje en un hormiguero y las hormigas segregan un líquido que es muy refrescante’”, detalló. La anécdota fue contada por Nilo Silvestrone, un fotógrafo y andinista cordobés que luego se radicó en El Bolsón, en referencia a la expedición al cerro Tres Picos en enero de 1964, que costó la vida a dos de sus compañeros y a él lo dejó malherido.
“Hacía tres días que esperaba la patrulla de rescate. Ya no sentía dolor, lo más grave no eran las fracturas, sino la congestión pulmonar. De pronto resonaron voces y gritos a lo lejos”, recordó. Finalmente, gracias al ácido fórmico que le aplicó Venzano lograron estabilizar y bajarlo hasta el pueblo.

 Personaje

“Salía con su mochila, altímetro, a veces con teodolito y tripode, binoculares en bandolera  y en su flaca mochila, para ahorrar peso, unos chocolates en barra,  pan y queso y algunas pasas de uva. Así pasaba días en la montaña, midiendo, anotando, dibujando. Sus exploraciones y relevamientos de montes y cuencas acuíferas fueron aprobados por el Instituto Geográfico Militar y hasta la fecha, salvo algunas excepciones, las altitudes fueron determinadas casi sin error”, evocó Alicia Venzano.
En sus periplos, puso nombre a la mayoría de los picos de la zona, hasta entonces inexplorados. Incluso, en su mapa, figuran los nombres de los asentamientos de los primeros pobladores.


Acta

 Referente a las actividades de montaña en El Bolsón en las décadas pasadas, un acta del 30 de agosto de 1950 refleja: “El Club Andino Piltriquitrón participó por primera vez del campeonato argentino de esquí en las modalidades descenso y slalom. Los integrantes de la delegación fueron René Eggman, Antonio John (hijo), Albino John y Elvira John; siendo el mejor clasificado Antonio John (hijo) con un 6º y 9º puesto”.
“La austeridad como forma de entender la vida. Lugares, personas y vivencias se condensan en la construcción de una senda que no queremos olvidar. Nuestra gente, sus paisajes, sus valores. Somos parte del viaje. Con tristeza despedimos a Antonio John (hijo) primer corredor de El Bolsón en integrar un equipo nacional y enviamos nuestras condolencias a toda su familia”, concluye.

Imagenes: Elena Ceol









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1 Comentarios

  1. Buenos días de d
    Desde España: Felicitarlos por este artículo. Siempre es grato recordar mis visitas a el Bolsón y Bariloche con el privilegio de haber sido acompañado como guía Chingolo Casalla su hijo Carlos y Familia. Además de mi entrañable amigo Héctor Desuttery Magee del Bolsón. Como dice el Artículo es necesario una placa y no sólo para este ilustre médico, pues creo que tienen la suerte de tener personas magníficas como vecinos y van a tener que ampliar su listado. Saludos.

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